sábado, marzo 22, 2025

LA VISITA(NARRATIVA) 16

 

16

Ahora que estoy aquí, en el lugar, nadie aparece. Me moldeo a un sol que viene sobre un mar de nubes que me despide de la lluvia. Me acojo en su regazo…ese tentador abrazo cálido. Miro estas cuevas casas. La nada brota ahora que es mediodía y el día se puesto su traje más esplendoroso. Me embriago de la ligera brisa e intento que este astro rey tibie un poco mi cuerpo. Sin embargo, escucho voces que sale de esta hileras de cuevas. Voces sin ojos. Voces sin labios. Voces sin cuerpos. Un eco poderoso me viene y escucho bajo estas piedras conversaciones de quien las habita. Llegan a mi con el resonar tembloroso de un eco como si naciera del estómago de estas montañas. Todo luce verde, un follaje maravilloso, agradecida tierra. Ahora que la lluvia se va me encuentro en este susurro de esos hogares y callo. Oigo sin hacer ninguna opinión. Saco la carta de la mochila. La leo, lo que se puede leer. Estoy aquí donde el camino de cuatro cruces es sitio de encuentro. Intento leer la hora, pero la tinta se ha corrido y me siento, algo cansada, respirando lo hermoso del lugar. Uhm, esta paz. Parece que por un instante hasta el volcán calla y me reconforta me hace migrar en la memoria. Hacia años que no visitaba lugar. Juan…juan vete a ver como están los cultivos. Escucho, frases , mi olfato pasea por el frescor con el aroma de un café. Por momentos siendo la necesidad de tocar en algunas de sus puertas. Pero que pensarían estas gentes con las pintas que traigo. Y ahora en este silencio solo perturbado por las voces de esas grutas me aíslo más en mi soledad. Una soledad que me ha llevado lejos. Son los años. Hay un punto en que no necesitamos a nadie solo, las esferas de nuestros vientos. Un viento norte rajando cada dolor, cada daño, cada despecho lubricado en esta sociedad. Y ahora sonrío , aunque los años me hallan cambiado todavía queda algo de esa juventud. Me hallo amenizada por un yo verdadero, conforme, luchador, constante, complaciente con quien soy. No está en su casa. Mi padre no está, algunos nubarrones aun asoman y la hora que es todavía no ha llegado. Intento fantasear en que se encuentra charlando con alguien, pero una fuerza tirana me desboca y un vértigo me consume. Un sudor frío aprieta mis sensaciones y soy fatiga constante , impertinente. Me entra ganas de llorar, me hallo impotente y me empuja una amargura que me invita a correr a no sé dónde. Y me paro. Razone y levanto mis piernas hacia el mercado. A medida que camino, que me acerco paro la esperanza, la ilusión de verlo. Y todo en esta vida se cura o casi todo. Hay países menospreciados por el ego de los imperios poderosos. Imperios que caerán como han caído a lo largo de los siglos. Anne, en estos momentos suspira, sus sentidos se desplazan a la levedad y en vertical su peso se aferra a la existencia, a lo andado. Mientras el hijo de Tragalunas ve la luz al final de un túnel negro, plomizo, pegajoso. Ve a su padre hablando con alguien de los puestos. Y se alegra y sin decir nada da media vuelta y se dirige a la estación. Sus vidas tan distintas, tan lejana sin embargo unificados en el amor. El señor anciano baja de la guagua con su perro guía. Mira como un acto inconsciente hacia arriba, hacía el cielo como si viera, como si se percatará que ya por hoy no va llover más y es que lo huele en el ambiente, en sus sentidos. Camina lentamente por la ciudad con su perro guía y le agradece que le acompaña. Y Anne agradece de seguir para adelante, sola, en su hábitat. Y los tres son personas de una sociedad enriquecida, pacífica. Y otra vez los temblores, el estremecimiento devastador de la isla vecina. Los dioses del universo conspiran en la isla vecina, una masa corpulenta despiadada se levanta contra ella. Y ellos lo siente. Anne se levanta y atisbo de inquietud la hace agarrarse a las cuatro cruces. Dónde estará, se pregunta. De todos modos esa larga espera se le hace amena y lo agradece, es como si una cama de seda tejiera en sus espaldas…en sus espaldas cansadas.

 

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