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Uhm, ese beso. Esa caricia.
Sumergida en un pensamiento casi obsesivo la llamo. Voy a ese cajón de la
mesilla de noche y saco sus cartas, su aliento. Respiro hondo, un inspirar y
espirar que culmina como relámpago en la madrugada de los sentidos. Recuerdo
aquel jardín , aquella plaza donde nos conocimos. Ya anquilosado en el abandono
por el paso del tiempo. Recuerdo como se desbordó en mi un temblor ramificándose
por la espalda hasta ese saludo. Hasta ese hola que nos fundió en un iceberg en
el más absoluto aislamiento en el cuchicheo de las miradas. Y nos miramos…uhm,
aquí en mis manos débiles conservo aun sus garabatos sobre papel. Una letra distraída,
natural , nacida de la sombra del pasado. El pasado, ahí queda, en el remoto
camino sin retorno que solo contemplaremos cuando la memoria acecha así, en
estos momentos de soledad y silencio. Uhm, pero esas cartas, me dan pereza romperlas,
tirarlas al viento. Fue hermoso, pero cada uno tiene que seguir su senda como
los destinos no convocados por el mecer del oleaje. Y la olvido. Y la guardo. Y
soy gravitar donde las luces de este invierno encienden mi nuevo latir. Vamos cambiando a
lo largo de los años, no totalmente, pero los años nos marca cada paso continuo
a dar. Una cierta mezcolanza la desvía de ese propósito de abrir la carta
llegada. La mira. …Sí, la mira, ahora que es otra, ahora que la mañana avanza
embelesada en ese ayer. Suspira. Un suspirar profundo que la contiene en la
entereza, en la fragilidad de sus pisadas. Su desánimo , su falta de ilusión se
las arregla para dejar esa carta. El túnel se desfasa y entra en la oquedad de
su carácter. Una mujer testaruda. Una mujer de si misma. Una mujer en los
vuelos de los mirlos cuando se enciende el día. Una mujer causante de esa
armadura que la ayuda para ser ella misma. Que más…Sí, ser uno mismo en
cualquiera de las condiciones que tome las líneas de la existencia. Por ello en
las vivencias no vale todo. No, no vale todo. Cabalgar donde las constelaciones
marcan rigurosamente tu singularidad. Una singularidad no particular sino un
baúl de secretos que van focalizándose a medida que los años nos envuelve en
madurez. Se frota los ojos y despierta, se despereza como si hoy quisiera
conquistar algún sueño perdido, algún sueño estropeado que se embellece con
solo el cántico de sus alas. Se aproxima a la carta. Cuidadosamente la abre. Cuidadosamente
vuelve a saber del aroma de su brisa pero no contesta, permanece callada como
callan los que después en los columpios ofuscados por guerras perpetuas. Y es
que así es el ser humano querida. Sí, es así, hagas bien , hagas mal siempre
incordiando hasta los más frágiles, más delicado. Y dónde está esa delicadeza.
Unos buenos días, un sombrero que nos proteja de todo mal como esta atmósfera
terráquea. Y dónde está esa delicadeza. Somos sobornados por la hipocresía, una
mentira que mantiene al mundo….sí, al mundo, que no son todos sino algunos en
vilo , apartados de lo real, de la verdad. Y es que cuesta tanto ser verdad,
ser natural como las alas de mariposas frágiles…muy frágiles.
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