1
El nocturno se amansa después de una febril
lluvia de días atrás. Una luna desvaída se deja ver en alineación planetaria.
El estado de las cosas, cada una en su lugar, anuncia lo quieto de las
vivencias. Ella, la sonoridad del silencio, el acogedor sofá donde los sueños combaten
para fluir como un eco vertical fluido en la solidez de su postura. El nocturno
se despliega, los coches de una ciudad abarrotado de su polución respiran a
través de las mareas. Ella, en una isla, en la sonoridad de las pardelas que
con su llanto designan una soledad de las playas…playas vacías. Se asoma a la
ventana, no la abre, hace frío. Ve esa soledad de la orilla, quizás alguien parece
pero, no. Es un invierno donde las luces
de febrero se dejan ver. Ya hace cinco años de la pandemia. Las estaciones se
van, vienen , revueltas en emociones distintas. Pensativa, con sus ojos puesto
en la playa se siembra de un tremor en su piel. Su casa vacía, solo ella y la
noche. La noche y ella. Esta soledad interfiere en su vida de una manera a
veces sopesada. Llevándola al pasado, a ese ayer donde todo era normal o ello supone.
La normalización de estos días cae un lamento de los ciudadanos que estallan en
una mala educación, en una estupidez, en un calma reventada hasta ser grito de
sus propias entrañas. La noche sigue, ella, la sonoridad del silencio. Ya no
espera a nadie, se ha acordonado como se acordona una isla con el mar como
grilletes del aislamiento. La desconfianza puede , tal vez, que la haga
peregrinar en esa dejadez de tomar la palabra con las gentes la isla. Gentes
extrañas, de vez en cuando. Se aparta por un momento de la ventana, enciende la
tele, una película resuena en oídos, en sus ojos. Se arrima mientras la escucha
de nuevo a la ventana, un viento veloz y feroz se ha hecho impertinente. Todo
cambia, así, de manera radical, causando un desdén con lo bella que era esa
noche de invierno. Aunque porqué no , el viento también tiene su belleza, ese
imaginario invisible que nos muestra su poder para el olvido. A ella , sí, a
ella le han contado, que las gentes del sur en esta constancias de el se vuelven
delirantes. Creen que amargas y malos espíritus vienen ha arrebatarles todo lo
que poseen. Creen que es un castigo de algún dios perdido en algún planeta de
este eterno y cambiante universo. Desde su ventana mira el firmamento, el
viento es cada vez más fuerte y trae nubes, nubarrones que traerán chubascos y ensuciarán
sus ojos ante lo hermosura delicada de esa noche. La tormenta estalla, una masa
de aire caliente se alimenta de una fría y plus…truenos y relámpagos son
vivencias de sus propias vivencias. Llueve, llueve a raudales y el viento no se
relaja. Ella, en la sonora soledad, sigue en la ventana que ahora cimbra ante
la borrasca. Y también le gusta ese estado de la climatología, esa potencia del
viento, esa agresividad de la lluvia. Se dice para si misma, que se lleve mi
ayer, que se lleven esta memoria mía así, como una amnésica en medio de una
nueva visión, un nuevo mundo. Suena el móvil. Lo mira, está tan a gusto con
esta situación atmosférica que no lo coge deja y deja que suene y más al no ser
una llamada identificada. Se detiene el viento. Se detiene la lluvia. Se van
las nubes y otra vez ese limpio firmamento trotando en su mirada. Lleva en las
manos un tazón , con café. Ya en sus años le da igual permanecer dormida como
despierta , no tiene hora, para su café. Fluye una verdadera admiración por estos
instantes. Su café, el frío, las estrellas , la noche. Uhm la noche, una noche
donde siempre guardará algo de misterio, con un carácter refinado , fuerte y
callado. Provocativa, magnética en el sentido de su olor y es que huele, a
humedad, un frescor como de colonia recién salida de la ducha. . La desvaída
luna todavía se deja ver y se presta tranquila, cómoda en el entorno de su
reconditez. No tiene prisas. Y es que no hay prisas para acostarse, quiere
ingerir todo su cuerpo. Ah, el nocturno, donde las almas danzan en playas
vacías, ahí…si , ahí, tras las rocas donde rompen las olas donde nadie las ven.
Ah, el nocturno, se presta ese faro donde el mar lo rondo y se arrastra con su
espuma. Ah, el nocturno , donde la añoranzas le hacen que una lágrima sedienta
resbale a ras de su mejilla en memoria de ese amor ido, marchito, yermo ya en
sus manos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario