La noche. La
profundidad del océano. La frontera. La esperanza. Cuerpos expulsados por
bestias negras con la promesa que ya está próxima la isla, los sueños, la paz.
Uno a uno van cayendo en una barca o cacuyo cuyo destino se vierte en las
mareas del presente. Uno a uno van hacinándose en esa embarcación cuando la
luna medita sobre el planeta tierra. Las estrellas amparan todo el cielo y la
vía láctea es una ramificación de materia estelar brumosa que los observa.
Comienza el viaje, así, todos juntos, todos callados, con la mirada al frente
siempre al frente donde los vientos invernales los lleve. Los jornadas pasan.
Sin agua. Sin alimentos. Todos apretados con la incertidumbre de que lo gélido
de la atmosfera no les rompa la respiración.
La debilidad se concentra, es epicentro de esa onda sísmica que puede
que los desespere, que sus ojos henchidos desparramen el blanco de la nada.
Gaviota:
Somos aves de los mares
y siempre lo mismo, la costa está próxima y vuestras ganas entran en una fatiga
aguda que se manifiesta en vuestra palidez, en vuestras manos agarradas a otras
manos que van a la deriva. Yo no os puedo ayudar solo, dar el ánimo de que la
orilla está próxima. El crepúsculo de la mañana viene y os tibiera un poco
vuestros carnes , vuestros huesos carcomidos del inacabable frío, hambre y sed.
Sol;
Siempre lo mismo, son
expulsados de esos navíos que prometen y prometen que tierra está cercana.
Dejados en el imperio de los oleajes. Dejados en la nada de la sonoridad .
Dejados en los preñados desprecio de la vida. Dejados a la intemperie ,
desamparados con el ultimo aliento de existencia. Todo se ha perdido, no tenéis
nada solo los ojos, solo una ilusión que se hace borroso a medida que los días
pasan. Tomar de mi cuerpo queridos, queridas mías, hijos de las mareas.
Coro:
OH, hijos de las mareas
oH, dioses del amor
oh , navegantes del hoy
oh, humanos al
encuentro de humanos . Perdidos en un mar que no habla solo, zumbidos tórridos,
tormentosos a vuestros cimientos. Sentís la caída pero a la vez una expectativa
buena os lleva a continuar. No hay remedio. No hay marcha atrás. En medio del
vacío. En medio de precipicios profundos donde tal vez si, tal vez no quedareis
anclados en sus heladas aguas.
Oh, hijos de las
mareas.
Oh, dioses del amor.
Despertar, que la
existencia reinicie su camino y sean un viento de sus vidas, con alegría, con
amor, con paz.
Gaviota;
Los días pasan, rondo
donde la tristeza empieza a ser acecho. Donde las baldías ganas anuncian el
adiós. Donde la verdad está estrangulada por aquellos que aconsejaron. Donde los
derechos son vulnerados por el mal oleaje.
Cetáceo:
Los atlantes os
ayudaras, como hijo de sus hijos. Os miran. Os observa. Una soga será lanzada
para seguir como parte de este mundo, de este minúsculo mundo. Aguardad, voy a
quietar la marea, ha calmarla. La isla no esta lejos, veréis como vuestro sueño
se hace realidad en la pesadez del humano. Un largo recorrido os espera. Pero
la paz os llevará donde la desmemoria de vuestra tierra, que siempre será
vuestra tierra, dejará de ser cuchillos de ríos secos, cuchillos de guerras
perdidas. Alimentaos ahora de la imaginación. Aquí, ahora, en medio de la nada
de los océanos. Una imaginación que os hace peregrinos de la libertad y la
justicia.
Tierra. Se avista
tierra. No desesperan estas mujeres, estos hombres, estos niños en su huida. No
son espejismos. Tierra. Una tierra temblorosa en sus acantilados, en sus arenas
blancas como sonido de la paz y el equilibrio. Una mujer da a luz. Niño nacido
en las esferas míseras de la humanidad. Y ese niño sobrevivirá y ella también,
aunque lánguida, desangrada. Tierra. Se avista tierra. Alguien espera. Alguien
viene. Los guardacostas ya se han hecho noticia de su llegada y van al rescate.
Lobos marinos cantan. Los cetáceos son guías. La gaviota se despide y va hacia
su presa. El sol soberano se turbia por nubarrones próximos. Y llueve…
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