Siempre caminábamos juntos, anquilosados en las noches de otoño donde las luces devotas a la tradición condicionan esta sociedad. Y ahora te distancias, te evades donde mis ojos confunden el desánimo con las lágrimas. Son muchas estaciones de andén en andén al encuentro de una espera que se perpetua en una memoria perdida. Intento recordarte y tu intentas recordarme. Nuestras manos viejas dicen de un ayer donde las mareas pronunciaban nuestros nombres. Nuestras manos viejas dicen de un hoy donde el labio a labio son flores marchitas. Alzo mi brazo y vuelvo a confundirme, tú no estás, son las sombras peregrinas hacia el silencio, hacia un vacío donde los cuervos se ramifican como hijos de la soledad. Pero, siempre, caminamos juntos. Sí, en el quehacer de las sombras retumbantes de aquellos días donde éramos ráfagas de la pasión, de emotivos mensajes en la distancia. Ahora, todo ha terminado, el último tren nos espera en un viaje al infinito de los montes, a lo eterno de las olas. Y, sin embargo, te hablo, me hablas, aquí estamos en las calladas jornadas donde nuestros cuerpos son ecos de la memoria vencida, de la memoria desvanecida del ayer. Un Orión impertinente nos visita, como siempre, por estas fechas. Nos envolvemos en nebulosas pronunciadas de astros y somos hijos de ese cielo profundo. Y te recuerdo. Y me recuerdas. Nos recordamos cuando difuminadas arboledas visitan nuestros callados paseos
2 comentarios:
Tremendamente desgarrador y realista, me encanta como envuelve esas palabras y te lleva a sentir en lo profundo del alma. Enhorabuena!!
gracias
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