Venid, venid quiero escuchar el
canto de las olas rotas, de la hierba estrangulada por un noviembre donde el
sol truena. Venid, venid sé parte de mi corazón cual confunde el amor cuando de
sus lágrimas pena en la penumbra. Venid,
venid amadas de mis sueños, conversar con los cielos yermos es muy cruel, es
muy duro y el mal alborota esta casa donde mis pasos se pierden en la nada.
Venid, venid santuario de cetáceos, sed vientre de un nuevo camino que me lleve
hasta la calma tras está tormenta de la dejadez, del desánimo, de los aires
malhumorados de las jornadas. Una luz
penetra en mi pecho y el baile da pie a un piano sollozante cuando su amada se
refleja en un espejo donde mi cuerpo se mece con el sonido de cuerdas de una
vida que no me pertenece. Venid, venid arboledas de la sombra, de la lluvia
grácil de nuestros deseos. Aquí estoy, frente al mar, su infinitud es trinar de
mi verticalidad bajo un horizonte callado, remoto. Me descalzo, corro por el
pasillo y el sudor expulsa el olvido ¿Me recuerdas? Aquí estoy amor en las
esferas enrarecidas de quererte, de amarte en la oscuridad de las lunas. Venid,
venid deseos vanos, caracolas murmuran su nombre y aquí estoy, donde las manos no
alcanza tus labios, bajo el abismo de acantilados donde las olas rompen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario