Los pasillos son almas escondidas en la intemperie de su ayer. Ambulo a ras de sus narraciones vividas cuando en el despertar mis ojos concluyen en mis pasos. Las huellas son eco sonoros que se percibe y cuentan de lo amargo, de las alegrías, de sus idas de esta atmósfera azul. Ese mismo halo que ahora los envuelve y viajan en ese espacio diminuto de sus quejidos. Yo, como si nada, ando al cuarto de baño. Una ducha fría esboza mis sentidos y la verticalidad de mis hombros sigue el ritmo de mis piernas. Los escucho, un cuchicheo que se alarga hasta que el sol de lumbre toda esta casa. La luna aun permanece intacta, intocable, hermética ahí arriba, hacía el norte. La veo desde mi ventana de la cocina mientras una cafetera impulsa el despertar de la jornada. La casa es vieja, sus paredes gruesas. Y es cierto que siento el vagar de estas ánimas cuando espabilo. Luego, como si el tiempo y espacio se expandieran se funden en un adiós. Un adiós no muy largo, hasta el crepúsculo de la mañana siguiente. Un gallo suena a lo lejos o no tan lejos, en las calles donde aun la isla duerme. Y ellos, me transmiten de que somos hijos de otros hijos. Hijos de un cielo de otro mundo que una vez posaron en la huida aquí. Yo, me siento indecisa, pero al tiempo contenta. Somos un planeta donde el retroceso de nuestra visión nos lleva a mundos dispares en esta gran madre , nuestra galaxia. No me sorprende que esos mundos hallan llevado los mismos errores a otros, esferas ancladas en guerras inacabables, en muertes violentas zanjando así lo cotidiano, lo normal de nuestras vidas. Venimos, crecemos y nos vamos. Nuestras ondas energéticas se expanden y concluyen para reiniciar después una nueva existencia. Quizás mejor, quizás peor. Todo es cíclico , una repetición de actos que me llevan por este pasillo donde las almas escondidas lucen sus baladas transciende en el curso de las estaciones. Y hoy los escucho y no pienso, me visto , salgo y respiro de las arboledas otoñales en lo estático de las horas. Aprovecho este momento que estoy aquí y no allí, donde los pasillos esconden
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