Estoy aquí, en la atmósfera
exterior. Miro el planeta tierra, lo saludo. Buenos días, cómo estás. Una incertidumbre
lo arrasa. Un ambiente que lo hace dudar en su mañana. Las guerras son
inconclusas. La contaminación es frenética. El hambre castiga a los inocentes.
La sed evidencia nuestro egoísmo, nuestra ira sobre llanuras donde la aridez
raja gargantas. La solidaridad se ha vuelto como una condena, cadena perpetua
con navajas a ras de las espaldas cansadas de los sueños de que puede ser, de
que puede haber un aire de esperanza ante tanta y tanta muerte y
demolición. Estoy aquí, desde un
satélite donde habita la nada. El mundo azul se vuelve extraño, desconfiado, presa
de malas enfermedades arrastrando a nichos comunes a sus gentes, a sus especies.
Desde aquí, donde las noches son largas y la soledad me alumbre cuestiono que
es el ser humano. Detrás de la una historia singular, autentica para cada uno
de uno de ellos. Somos de corpulencia parecidos, pero de vida distinta. Ahora
los echo de menos, quiero bajar al planeta tierra o mejor dicho al mundo donde
cada hábitat es insostenible y despreciado por otro que no es otro sino
nosotros mismo. Alguien habrá a la par de mi andar, de mi conversación y
callaremos cuando los sentidos nos de el aliento necesario para afrontar su
realidad. Y su realidad , la misma que la mía, nos convencerá de ese querer por
belleza de un abrazo, de un crecimiento benefactor de la paz. Mientras, estoy
aquí, en un satélite donde los vientos son desenfrenados. Sola, con la idea de
un mañana donde dormiremos en nubes azules de tranquilidad. Me transformo y
vuelo, mi viaje es largo, me vuelvo si esta gravedad me lo permite al mundo
azul. Lo echo de menos con sus batallas y sus derrotas. Necesito la mano amiga
que cambie las sensaciones denigrantes, nefastas que apuran ese clima, ese
planeta habitable donde sus noches estrelladas nos dice de la llegada de un
mañana agazapado en el sonoro resonar de la armonía, del equilibrio , cortando
su desenfreno, su delirio. Mientras preparo mi nave al vacío del universo,
donde su sonido crepita en lo sublime y solemne, me apuro antes de la que su
despedida sea demasiado tarde. Oh , tierra, estamos aquí donde los sórdidos
llantos del miedo alumbran la mayor parte de tu faz. Oh, tierra querida mía, ya
hemos llegado y todo sigue igual durante siglos y siglos indeterminados. Las
civilizaciones se autodestruyen en ese instinto de venganza arraigada al pasado,
un pasado muy lejano. Un pasado aislado del ahora, que estamos en otros
tiempos, en otros espacios condicionados por los necios del horror. Y aquí
estoy, de nuevo en casa, bajo mi techo, mi despertar es lúcido, transpirable,
claro y deseo que las manos , sean de donde sean, se aúnen y alcen caravanas de
pañuelos blancos en la deriva de los días. Me despido querido mundo azul, ahora
necesito descansar, el viaje ha sido muy largo.
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