La brisa quieta. Un cielo pesado, anclado en el cansancio. La
mar , suspira, los ahogados. El final de una jornada. El canto asolado de un
pájaro. El silencio de mis manos. El desvestir de mis ojos, ahora, cuando la pasividad
realza una lágrima. Una lágrima descubriendo cada secreto de mi alma, rompiente
en las alas de un retraimiento eviterno. Y la brisa está quieta. Y la mar,
aliento del adiós. Y la jornada llega a su final y yo entregada donde las
ballenas abducen mis sentidos.
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