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Las
paredes de esta cueva se retuercen en la memoria. Veo la luz de como avanza la
jornada cuando me asomo. Un voraz callamiento de las bombas me hace temblar
para lo que vendrá cuando la tarde caiga. Un canto no lejano me llama. Será la
anciana de la cumbre. Esa mujer forjada por los años avanzados en su más
literal ausencia de la existencia solo, cuando alguien la necesita. Escucho su
canto desvencijado, mustio, como la queja de todo lo que retumba a esta isla.
Atenta me precipito de donde viene ese jadeo, ese sonido de dolor. Un sonido
mezcla de desgana y una pena que avanza en la dejadez de sus huesos. Atenta
intento averiguar donde esta su guarida que supongo en la más recóndita de las
sombras donde nadie puede llegar. Pero yo estoy aquí, en este lugar inhospito e
intento ser hija de su canto que me atraviesa como ventolera enloquecida cuando
la mañana todavía no ha concluido. Atenta localizo su gruta. Al principio la
timidez me deja estática en la verticalidad de la duda. Luego cuando su canto
se hace más agónico, más depredador de las miserias de la vida entro. Una mujer
de negro de ojos negros ante una mesa carcomida mira una baraja. Levanta su mirada,
se santigua y dice algo para si, para que yo no sepa adivinar sus palabras. Nos
observamos. Un rasgo de confianza me invita a pasar y sentarme frente a ella.
Continuar con sus barajas y de nuevo levanta la cabeza con sus penetrantes ojos
negros. Pone su mano en mi frente y hace una señal con la saliva de su boca. No
me inmuto, me da ese calor perdido hace tiempo. Sus arrugas van desde sus ojos
a la comisura de sus labios. Sigue con su juego de cartas , que no es un juego.
De inmediato se detiene en seco. Te enamorarás, me dice en un murmullo. Una
sonrisa convencida me agita y mi corazón palpita con la celeridad perpleja ante
sus palabras. Todo acabará, me dice en otro murmullo. Es como si ese juego le
diera satisfacción ante el desastre. Yo asiento y sin saber de su hechizo , del
aroma que suelta esas paredes en que se envuelve me relajo. Sí, te vas a
enamorar y te irás. Veo el mar. Veo tu libertad. Veo tus sueños. Por uno de los
lados de su boca un hilillo de sangre se perfila. Mi compresión se desata y
sobrecargada de tensión intento decir algo, ayudarla pero me es imposible, una
barrera invisible me detiene y vuelve a mirarme con sus ojos negros. Todo ha
terminado querida…todo ha terminado. Ayúdame, venga. Deja que me recueste y
descanse en paz que estos años han sido muy duros, demasiados, más allá de lo
humano. Moja la yema de su dedo índice en su lengua y ya acostada , con ese
hilillo oscuro recorriendo su barbilla me vuelve a hacer una señal en la frente.
Vete. Le cierro los ojos y en su faz se pinta la calma, la paz, el esfuerzo de
su creencia de que las trincheras serán erradicadas y vendrán los buenos
tiempos. Me voy. Me precipito donde su canto va dejando de ser pulso en mis oídos
hasta mi cueva. Oh un canto libre y
único salvará a la isla. Nor se verá gratificada por las luchas internas entre
el bien y el mal para ser una oda por la paz. Ensalzaremos las manos libres, la
vida, los ojos de un niño trotando en la caricia liviana de la brisa , de las
mariposas. Y ellas volverán. Oh un canto libre y único nos traerán el pinzón azul de nuevo y entonces bajaré
donde sinrazón y la bestialidad no habita.
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