Buenos días, dijo la mujer de
ojos verdes al invierno cuando en el alba una llovizna liviana empapaba su traje.
Buenos días, dijo el día a la mujer de ojos verdes cuando la débil lluvia se
difuminaba en la nada. Buenos días, dijo la mujer de ojos verdes cuando calada
por el frío comenzaba una danza con el brío de un sol que venia…que venía a
secar las lágrimas de la tierra. Buenos días, dijo el sol a la mujer de ojos
verdes en sus pasos insonoros ante una urbe muerta por el agotamiento. Buenos
días, dijo el día con todo su temperamento a la mujer de ojos verdes, una mujer
de ojos verdes que no se detenía en su danza con los primeros rayos de ese
maestro de la calidez que en sus carnes ahora penetraba. Buenos días, dijo la
mujer de ojos verdes al oleaje apresurado por un mar de fondo donde las
caracolas cantaban a las ballenas apagadas de un mes de marzo. Buenos días, dijeron
las olas a la mujer de ojos verdes cuando se encontraron en la desnudez de sus
vientres. Buenos días y el oleaje expulso a la mujer de ojos verdes de la
derrota, de la pena, de la prisión de su vida. Buenos días, dijo la mujer de
ojos verdes en una nota cantarina mientras danzaba al son de los filigranas
solares en donde se observaba la belleza de cada uno de sus movimientos. Movimientos
repetitivos, en espiral como las gaviotas en su vuelo en el horizonte. Y la
mujer de ojos verdes regresó bajo su techo. Y la mujer de ojos verdes se sentó.
Y la mujer de ojos verdes se quitó la ropa. Y la mujer de ojos verdes se tomó
un café. Y la mujer de ojos verdes se adormeció en el tintineo de la jornada. Y
la mujer de ojos verdes soñó. Buenos días , le dijo el sueño a la mujer de ojos
verdes. Y la esperanza la sonrió, le dio un respiro por un día más.
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