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Tengo
que ir a trabajar, como todas las gentes de clase obrera, dejar el sudor en
unas pisadas que se pierde entre la estructura de un hospital. Yo soy hija de
esa conciencia lucida donde solo el trabajo y la casa es el lugar donde te lías
y lías hasta el dormir sobre sueños de esplendor donde el descanso tiene
cabida. No hay tiempo para más, solo alargar el agotamiento hasta un precipicio
donde la almohada te llama. Y no quiero descansar, tengo ganas de sacar algo de
mí, teñirme de viveza para ser rumor de la brisa, de las nubes, de un cielo
donde los pájaros cantan. Uhm…urgencias está rebosada, no deja de llegar
ambulancias, personas cada uno con sus dolencias. Me impresiona los distintos
sucesos que puede atravesar una noche. Algunos, muy desagradables. Llevándome
lejos…muy lejos, donde la mujer es menospreciada, es presa de insensato
lapidación dejándola lisiada , dejándola mentir, dejándola marcada para toda su
existencia. La fatiga me anuda y las horas pasan rápidas, no se cuantas
personas he atendido, pero en cada uno de ellos hay un reflejo del mal…del mal
que les daña o el mal que los apuñala. Estoy , no estoy , emerjo donde las
estrellas dan un poco de tranquilidad, todo se detiene en la madrugada, algún caso
extraviado acude a urgencias, pero nada más. Mis ojos se prestan a la conversación
con mis pensamientos con la celeridad y el impulso de estar en alerta. Y
pienso, mascullo en mi mente que dispar de creencias, todas a mi entender falsas.
Todas hiladas en la unicidad y que interpretamos siempre o casi siempre para
menospreciar otras ideas, otros credos. Y porqué tantos dioses, somos polvo de
estrellas, somos eco de un cosmos que nos mantiene como una parte de él. Y el
ser humano necesita aferrarse a un Dios, qué Dios, ese que necesitamos en los
tiempos más duros, ese que necesitamos para dar escusa de nuestros actos más perversos,
crueles. El silencio en cada templo me sustrae, cuando entro, sensaciones de un
silencio recóndito hace sumergirte en lo profundo de las almas. Y no es que sea
creyente, pero en este mundo es un lugar que congrega cada individuo como una uno
solo. Sienten aferrarse a un dogma que los caracteriza en esos instantes como
cantata a la paz. Después, bajo sus mascara, algunos, se encuentra el
desbaratado en el que desvariando sus leyendas, sus mitologías, los escritos
los transforma en una aberración sanguinolenta de muerte y odio….de odio y
muerte. Son las siete, las siete de la mañana. Todo está calma, ya me queda
poco para ser vencida por el sueño, que no será sueño sino alargamiento de mis
ganas de continuar el curso de este día que ya se presenta. Me despido, el móvil
suena, me dejo ir por el progresivo ajetreo de los pensamientos. Me acerco
hasta la playa, con su amplia avenida, con su barra erosionada con el paso del
tiempo. El día se presenta con un jadeo de la calima y calor que nos desarme en este mes de febrero. Regreso donde
las olas intocables , sordas las sigo con el ritmo de mi verticalidad. Ellas se
irán. Ellas regresarán. Solo, el resonar de su susurro galopan por mis miembros,
son lo eterno. Y nosotros, también cuando el dormir perenne nos abrace en un nicho,
bajo tierra, en cenizas. Ellas, en rasgaran en lo imperecedero de este planeta
su balada de los ahogados, solo. Y esa eternidad será la nuestra, partículas insignificantes
en lo infinito del universo. Nuestras voces, serán un vagar y vagar como el
resonar del vacío, viajaremos más allá de este sistema referencias y no seremos
nada, no más que una voz del ayer en el espacio. Mientras, aquí, rogando a un Dios
inexistente , que nos de fuerza para continuar caminando sobre tumbas espejos
de nuestro yo. Las gaviotas danzan con sus movimientos en la arena, su mirada atenta
me persigue en cada desplazamiento de mis hombros cansados, marchitados al son
de andar en la orilla.
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