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La experiencia
te hace vertical. Sean buenas, sean malas. El orden de la prioridad se
establece en un puente que hemos de pasar y pasamos, sin mirar abajo. Ahora ,
sin descanso, meticulosa reviso cada instante de mi trabajo. Ser calador no más
que es peón básico en las piezas de un hospital. Que si llevar un paciente. Que
si llevar una bala. Que si hay que introducirlo en un quirófano. Que si hay que
ser un raquis. Que si hay que ayudar a colocarlo. Que si hay que sacarlo y
llevarlo a URPA o Rea. En un trabajo tan básico, se requiere varios
conocimientos. Cada servicio es distinto. Nada es igual. Nos movemos en el
silencio, en las ordenes y a veces te quedas sin aliento ante la presura de los
acontecimientos. Llego al instante que me pregunto que hago aquí. Nos miran
como la nada, no somos sanitarios pero realizamos labores de sanitarios. Celar
palabra que significa vigilar. Eso es lo menos que hacemos. Voy por un pasillo
, me encuentro a compañeros y nos saludamos y conmigo una cama de un enfermo. Lleva
oxígeno a dos, lleva drenajes, lleva sonda. Lo único que me viene a la cabeza
es que no se pare. En el sudor toco el botón del ascensor, lo llevo a planta.
Las ruedas de la cama cuando entra en el ascensor se quedan atascada en la
ranuras del piso. No sé como demonios levanto todo ese peso y entro. El ascensor.
Yo. El enfermo. Vamos a planta. Que no se pare, es mi única súplica. Aquí.
Dentro. En este rectángulo estrecho y sola. Está muy frágil. Y en esa
fragilidad no me dejo caer. Kena me ladra. El amanecer. Son las seis y el día
toma una tonalidad broncínea en este archipiélago. Dicen que se debe a que
vienen lluvias o tal vez alguna tormenta. Es precioso. Mis ojos se instalan en
este crepúsculo con su color, fuerte, puro, exacto. Dejo la cama, conecto el
oxigeno y llevo la historia a la enfermera. Tengo por costumbre de apurarle,
que vaya hacer un examen de la persona. Cojo mi bala de oxigeno y me voy. Que
grato son estos amaneceres. Se respira un cierto equilibrio entre la madre
tierra y el universo. La danza de los despertares de la ciudad. Y despierta. Se
ve más tráfico cuando antes era nulo. El móvil suena y no lo cojo, no tengo
ganas aun de cogerlo. Me inspiro y en mi cabeza se dibuja mi mañana. Así, con
los pájaros cantando, pájaros con alas de libertad, pájaros picoteando cada
deseo, cada sueño. Tal vez me enamore. Tal vez renuncie a lo yermo que me admire
y comience un largo viaje donde el horizonte sea ese beso prohibido. El sol no
se distingue y un poema danza en mi razón.
Es invierno
Todo cambia.
Los grises
vientos
Se abren al universo.
Es invierno
Converso con los
sueños
Aquí, donde los
arroyuelos
Danzan tatuados
en esta bruma
Sostenida en mis
manos.
Es invierno
Te llamo
Erupcionan las
flores
Caricias sin alas
Buscándote
Es invierno
Aquí
Ahora
Kena me interrumpe.
La miro. Miro esos ojos de azabache, dulzura y cariño. Despierto, estoy aquí.
Estoy ahora. En mi casa y es invierno.
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