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Sola.
Mi nombre es Jam, no lo había dicho. Las calles se vuelven mirlos en su pleno
auge. Un silencio demoledor se enraíza en mis arterias y caigo neutral en una
respiración lenta y pausada. El sol dice adiós. La noche saluda y mis huellas
se vuelven trozos de cristal salado. La gordura de mis pensamientos habilita a
la huida, a no pasar por alto cada pizco de mi existencia. Sola y culpable de
esta soledad. Una soledad amada donde tapias interviene en el eje concéntrico
de mi columna. De ella un dispar de ideas andan lucidas al encuentro de lo
bello, de lo maravilloso. Sola. El trabajo me ha hecho así, arrinconarme cuando
las expectativas son decadencia y malestar. Todo en esta vida es fugaz y
nosotros somos eco indómito de un universo que se expande, que se contrae al
ritmo del espacio y el tiempo. Las cinco fuerzas que lo componen nos dan una dimensión
abstracta cuando en el nocturno lo alcanzamos con nuestros ojos y nos
percatamos de su dimensión. Y me digo, Jam, no estamos solos. Es tan enorme,
tan gigantesco que se escapa de nuestros sentidos y nos arropamos en el yo. Un
yo que a muchos le dice que somos únicos. Es imposible cuando una mirada a las mega
estructuras del ayer gozan aun de verticalidad. Todos los imperios se ataron a
las mismas condiciones. Pirámides de un lado u otro al encuentro de aquello que
no se sabe. Sola, un mundo a la par de fuerzas que nos empequeñece. Rozamos el
entusiasmo y nos engrosamos de ideas que tal vez…que puede ser, todo es
posible. Sola, llego a casa después de este viaje a Moan, me quedo con su
esplendor, con lo más alto de sus hermosas callejuelas. La humedad cala mis miembros,
se duermen y de una sacudida los despierto. Necesito calor, un calor que nunca
llegaré alcanzar. Me pongo mis zapatillas, la noche, correr y mi corazón desbocado,
pero cauce del ritmo exacto se precipita por las luces de esta urbe. Sola, sin
miedo, segura. Somos una historia de este cosmos…una historia más de las que
los conforma, como una unicidad que se va dispersando a medida que llega al
borde de un precipicio. Somos un fragmento de esta galaxia. Intentamos rescatar
nuestro ayer y quien sabe si algo lo sabe. Eso es nuestro impulso. Aun así esta
es nuestra casa y hemos de cuidarla, de mimarla, tratarla cariñosamente con el
afecto suficiente para que sobreviva. Sola, el cuerpo me pesa. Soy peso, la
gravedad me succiona y soy cansancio. Retorno, sola. Y vuelvo a ese café, a ese cigarro, a mis
largos ratos pensativos invadiendo la serenidad. Y Canto, canto a la paz, que
venga en su lecho de sueños, que venga en su corriente de palomas, que venga en
su masa disecada de esperanza, eviterna, continua, embelesada en el himno
sostenido del silencio de los llantos, del dolor, del pánico, del pavor. Sola,
el instante de mi vida se hace reencuentros del pasado, suena el móvil .
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