Calima. El alba…el alba. Un guiño de farolas se difumina a
mi alrededor. Suspiro. Una respiración lenta y progresiva acoge el despertar,
el silencio de las horas cuando desde una ventana baja este techo blanco,
porque es blanco, me abandono en un ritual. El café. Un cigarro y la plenitud
del tiempo en mis ojos alumbrados por la belleza de otra de jornada. Los campos
se divisan a lo lejos, montañas uniformes donde el aroma del boscaje llega a mi
aliento. Y me animo. Y me levanto.
Camino donde los soles limpian mi vientre de tanto y tanto llagas. Y soy
yo. Aquí. Ahora. El alba ….el alba. Todo se enciende en las calles y el
bullicio no es tan bullicio, es una mezcla de gentes que andan en desfiladeros
donde las rosas marchitas o no vienen a ser caricia. Calima. El alba …el alba.
Paralela a las almas idas converso con las ultimas estrellas, con los últimos
planetas antes de que el brío de la claridad me embriague, me termine de despertar
para continuar en el ritmo de las aceras, de la vida.
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