Está ahí, esa maleta donde los
viajes son esencia humana. El asombro disemina cada existencia en una sola y
nos repartimos entre tierras donde las mareas azotan. Nos da miedo…si, hay
miedo cuando cruzamos y colgamos las sogas que nos tiran hasta agotarnos más
allá de esa frontera que es el océano. Somos islas, como tales somos nómadas en
la sombra de las raíces de esta tierra, de otras tierras. Está ahí , esa maleta
naranja donde los viajes se consumaron hasta la desmemoria. Ahora, me asomo y
distante , con los hombros caídos y los ojos cerrados admiro las maravillas de
esta madre tierra tan pequeña que de un soplo se pierde en el cosmos ¡Qué
majestuosos monumentos¡ Que capacidad de embellecer lo que se ha ido , ahora,
en nuestros recuerdos del ayer. Considero que no es una perdida de tiempo ¿qué
es el tiempo? Un espacio ramificado a nuestro antojo, a nuestras necesidades.
Es noviembre y hace calor. Cada viaje, cada paseo esta contenida en el abrazo
de la experiencia. Y vamos envejeciendo o más bien madurando y nos hacemos más
observadores. Observar la dimensión humana en este apartado lugar del Universo.
Qué habrá más allá. Una amplitud difusa de contener en nuestros pensamientos,
en nuestros estudios. Quizás más allá de nosotros suspire de la misma manera .
Quizás alguien sueñe nuestro sueño con pinceladas reales de lo que puede ser.
Está ahí, esa maleta que me acompaña, esa maleta naranja. Ha visto mundo donde
entorna en la misma hoguera. Seamos conscientes, apartémonos del egocentrismo y
seamos sensato. De la misma forma seamos honestos con nosotros mismos, con
nuestra fuerza, con nuestra voluntad, con nuestros pesares y andemos donde las
miradas florecen.
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