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Durante
años con los otros, si los otros, viví en una cueva escondida en las
inmediaciones de la cumbre. Yo Suam llegué en el amanecer, aquel amanecer
después de una tórrida y malévola noche. Tocaran en casa, la entereza de mis
padres ahora me asombra, se los llevaron. No hubo discusiones. No hubo palabras
solos ojos de colmillos sanguinolentos que los atrincheraban, una dejadez para
mantenerme a salvo. Yo Suam vi como se llevaron a mis padres hace años en una
noche donde la luna era censura y los estallidos de los llantos impregnaban la
atmósfera. Entonces comprendí, hui. Salí corriendo, la mirada de mis padres
distraía aquellos, aquellos hombres extraños, rígidos, firmes en su cometido. Mi
pulso seguía el de la calle, incendios, explosiones, gentes que no sabían a
donde iban. Yo con la advertencia que me dieron cuando tocaron no hice caso a
nadie, tira para la cumbre hijo, solo dijeron, no te detengas. Yo Suam no tenía
muy claro a donde iba, pero corría, corría como el espíritu del viento, de una
lluvia que te hace pesado sumergido en un pozo de rabia y dolor. Una masa
espesa de vegetación me salpicaba en su latido más profundo. Y subía por
barrancos nunca vistos por mí. La nada alborozaba. Yo Suam en esa noche sin
luna iba reptando en la pena y la molicie de estar solo ante la madre
naturaleza. Un lugar que nunca había ido, sin embargo, su frescor me daba golpecitos
de aliento. Lo único que sé que era como un mundo distinto, extravagante y
alentador a la vez. A medida que avanzaba me sentía más seguro y mi mente
esbozaba los ojos de mi madre, de mi padre arrebatados. Pasé la noche en la intemperie sin nada
llevarme a la boca, un escalofrío se trenzaba en mis piernas, un temblor cuando
me detuve jadeando de que si todo esto era real o no más que una historia, un
mal cuento. Hasta que me rendí, caí de rodillas rasguñándome las mismas, una
sangre suave y un ardor en ellas no me hacían activarme. Estaba cansado…una
niñez cansada se podría decir. Quería acurrucarme en cualquier sitio y dejar
que la noche descansara conmigo. Un miedo vibrante palpitaba en mi corazón,
acelerado. Vi los ojos de mi padre, de mi madre . No es si es sueño o realidad,
lo cierto es que bajo sus sombras me dormí con las rodillas supurando el dolor ¡Suam
recoge la mesa¡ Sentí la voz de mi madre
y desperté, miré a mi alrededor y ella no estaba. Un pensamiento amargo me
hacia madurar velozmente y lo terrible de todo es que estaba solo. Yo Suam me levanté,
seguí andando. La ciudad quedaba lejos solo ecos de una tormenta centelleaba débil
en mi paso. Yo Suam, veo como la luna blanca se desvanece, la gaviota al lado
mío. Caemos cansados y nos sentamos en un viejo sillón donde los sueños de este
hombre duermen en el misterio. Otras notas suenan, sucumbo en la tranquilidad y
cierro los ojos. De inmediato pasajes pasados se apilan en mis pensamientos e
intento descifrar el por qué.
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