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Yo
Suam giro entorno a la cueva. A esa cueva donde niños , ancianos y desvalidos habitábamos. La noche ronda con
una luna negra, cuya sombra hace pulsar el desánimo. Yo Suam me estrecho más y
más entorno a la hoguera de aquella cueva, donde la humedad de su fondo nos
desquita la mala gana de seguir viviendo. Todo esperamos, aquí en la cumbre
donde solo el crepitar del fuego con la leña es bulla. La mujeres de las
cumbres vienen y vienen con alimentos, con abrigos para ampararnos. Son mujeres
vestidas de negro, donde la arrugas de sus frentes , de sus ojos, de la
comisura de sus labios es señal de sabiduría , de ese conocimiento que
carecemos en esta zona donde nos escondemos. Vienen como si de la nada hubieran
nacido, como hijas de esta cumbre y a ciegas durante la madrugada. No , nos
hablan. Calladas a las afueras de esta cueva dejan las cosas y se van, una tras
de otra, otra tras de una. Cuanto más se van alejando va sonando un canto, un
canto agudo de dolor, un canto mágico, aunque sea doloroso. Yo Suam digo, ellas
son nuestras almas protectoras a esta gente desvencijada, derrotada, cansada
pero supervivientes de los descomunal de la aberración humana. Siento el goteo
de las filtraciones de esta gruta y se delata como un invierno o un otoño. No
sabemos bien, pero el frío cala en nuestros huesos. Uhm, esas mujeres
luchadoras, invencibles ante cualquier adversidad por muy cruel que sea. Las
admiro. Me gustaría saber más de ella. Yo Suam y la gaviota en este sillón que
tiene ojeras en la armonía de la música nos gustaría saber de ellas. Mujeres de
negro. Ancianas de la cumbre. Yo Suam miro a mis compañeros, ojos descarrilados
en atmósfera del agotamiento y de una tristeza infinita ¡No¡ Escucho un crio
como yo gritando ¡No’¡ ¡’No¡ Despavorido cuando la madrugada es gélida infernal
sale huyendo de la cueva, quiero ir tras él, tras su delirio del terror pero
alguien me detiene ¡Déjalo ir¡ ‘¡Déjalo¡ Sino caeremos todos. Y todos bajan la
mirada, se concentra en la hoguera entre esas imperfectas paredes y el resonar de
mis ojos inciden con una mujer. Una mujer de la cumbre borra en ese instante mi
intento de pararlo, me persuade hasta que la calma se incrusta en mi vientre. Qué
será de él . Yo Suam, ahora, sentado en
este sillón que tiene ojeras muerdo mis deseos de que la existencia me confiese
que fue de él. Nunca más me encontré con el.
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