miércoles, julio 12, 2023

TRAGALUNAS

 

La ola venia y tragalunas en la noche estrellada la recogía en su cesta de mimbre. Ahí, quedaban aquello que sería su salvación en el transcurso de las noches, de los días. Miraba aquellos peces como amantes de su vida y una cierta y concienzuda lástima se clavaba en su vientre. La ola se iba y Tragalunas arrojaba los peses a esa marea repetitiva. Pensativo, con la tranquilidad de que seguirían viviendo en su mundo. Un mundo hospedado por el misterio y el resonar de las olas. Sabía, Tragalunas, que no comería cuando amaneciera, que no iría al mercado a vender sus presas, pero era feliz. Sí, con una felicidad que exaltaba sus sentidos. Tragalunas, contemplativo, miraba el universo y sabía que algún día sus amigos los peces se lo agradecerían. Caminó por la orilla admirando el faro de la isla, el sonido de los barcos que venían y se iban y una inspiración lo hizo vagar todo el nocturno hasta que los primeros rayos solares incidieran en sus ojos, en sus ojos claros. Y no lo acompañaba la tristeza, estaba solo, sin la sonoridad de una llamada, de un saludo , consumido en su felicidad y así se sentía grande, se sentía bello. La ola venía y Tragalunas , cansado, quiso sentarse. Fue a esa bar de la rutina y le sirvieron un café gratis. Fue a esa floristería de su paso y le regalaron una rosa blanca. Fue a ese parque no lejos de la playa donde el realizaba su faena y bebió de su fuente. Inmediatamente mariposas se posaron sobre sus hombros, sus hombros felices. Tragalunas en ese instante sintió que no era parte de este mundo, de esta atmósfera, de ese vientecillo que silbaba flojo. Tragalunas comprendió que otros lo esperaban, más allá de los astros, de estas tierras, donde la ola venía y se iba.

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