Estaba ahí, en una plazuela donde los pájaros iban a beber
de su fuente. Ella los observaba, cada movimiento, cada esencia de su disfruto
en lo fresquillo de la tarde. Y ellos cantanban…cantaban la balada de la
belleza, de la hermosa perfección de unos ojos quietos en su danza. Estaba ahí,
en una plazuela. No lejos de ella otro banco con cartones apoderándose,
agarrando el último aliento de alguien desheredado, censurado de esta ciudad.
Los pájaros de vez en cuando se posaban sobre los cartones y vigorosos e
inquietos examinaban la perfección de unos ojos en su danza. Estaba ahí, en una
plazuela, se levantó. Se aproximo a ese banco donde cartones se apoderaba y
agarraban el último aliento…el último aliento. Sobresaltados los pájaros huyeron
donde la fuente les arrancaba la sed. Tocó ese catón, nada se movía. El sopor a
alcohol era insoportable, el calor abrumador. Estaba ahí, estática frente a un
banco con cartones apoderándose, agarrando la muerte…la muerte. Una mano se
poso sobre sus mano. Una mano donde la lucidez del atrás le enhebraba
fotogramas de una vida pasada…de una vida ardua y doliente y comprendió
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