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Histeria.
La histeria abarca todo este crucero con la sensación de haberse perdido en el
baile sibilino de la oscuridad, de la nada. La tempestad nos apresa encadenando
gritos y más gritos. Soportarlos y no soportarlos. Todo tiene un límite y lo
antinatural se pega a mis espaldas, lo inhumano goza formando hogueras de
salitre donde me mezo. Y la mano cierra la puerta de mi habitación. Y el niño
termina su bocadillo, con su rostro sucio comienza a caminar mientras detrás nutridos
bombardeos de odio le persiguen. Pero el intacto. El sin el entendimiento
suficiente de lo que sucede, todo es diferente ¡Escóndete niño¡ Ahí, bajo los
escombros porque la muerte esta cerca Voy de camino al colegio Pero qué colegio
niño, huye…huye He prometido que después del bocadillo iba al colegio a mis
padres ¿Niño a dónde vas? El colegio no está, niño. El colegio si está, me lo
ha dicho mi madre ¡Niño¡ ¡Niño¡ En ciertas ocasiones no aceptamos nuestra
realidad y la realidad es que el país está en guerra ¿comprendes niño? No
entiendo sus palabras, habla extraño , voy de camino al colegio mi madre dice
que no hay que hablar con desconocidos. No me hable. Pero niño, te suplico que
me escuches. Todo esto es grave…muy grave. Escóndete niño. Escúchame. Fúnebres
secuelas amparan su vida. Fúnebres adioses donde todo es destrozo. Y la mano me
tira. Histeria. La histeria hace de los pasillos un lugar de penas. Y me entra
ganas de lamentarme. Y me entra ganas de llorar. Y me entra ganas de chillar.
Los dedos de su mano sutilmente callan mi ansiedad y nos miramos. Esto es lo
que hay. Esto es lo que somos. La tormenta no merma, parece invocada por el
demonio, por jardines ensangrentados irracionales. Moriremos en la unión de las
mareas. Moriremos en la traición de los vientos. Moriremos en la dejadez de
otras manos. Moriremos en el anonimato de las profundidades. Seremos algunos
más. Y no preguntarán por nosotros. Y seremos olvidados hasta que la memoria
nos busque, nos encuentre ¿Cuándo ¿ El niño camina sin darse cuenta , un gato
asustado se le cruza y sonríe y el gato huye…huye despavorido donde nadie lo vea,
donde nadie lo toque. Porque nosotros también huimos. Una huida donde las
miradas son velo a nuestras sensaciones, a nuestras emociones. Descubrimos en
esa huida que la mochila es bastante pesada y pesa. La tempestad no deja de ser
trizas, de agujerear cada cuerpo, cada pensamiento de lo que estamos aquí
dentro. Y la mano…la mano se entrega en un abrazo a lo que queda de mi verticalidad
alzando una danza de cipreses que nos espera. No, no hay ayuda, somos como una
aldea maldita donde un submundo maléfico impera en nuestras espaldas…sin
conocernos. Sin saber que es lo real, que es la mentira. Y esta dejadez nos trastorna,
son un insulto al ser humano. Abrázame, amor mío, hasta que todo termine. Para
bien , para mal…hasta que todo termine. Hijos de los mares. Hijos de la
desesperanza. Hijos del silencio...CONTINUARÁ
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