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No.
No caeremos en la enfermedad del siglo XXI, seremos abrazos cuando nuestra
postura es propósito de la bondad.
Dices,
no. No caeremos pero lo cierto es que el hambre de esta sociedad te lleva con
destino al mismo túnel y ¿habrá luz en su recorrido, en su final¿ , digo
mientras la negación de erguirse como alguien más del ganado aplaude. Nos
sentamos de espaldas, una contra otra con la presión de nuestros sentidos. Mi
vista se alza al espejo, su vista a la ventanita que da esta parte desangrada, inhóspita.
No.
No temo la soledad, la soledad de ser deriva cursando donde nuestros huesos ,
donde nuestros ojos alcen la realidad. No me agrada la ficción, ese mundo
subterráneo en el que vivimos y nos vestimos alineados a otros. Todo homogéneo.
Todo espantapájaros de la verdad. No. No temo la nada.. Esa nada que se
revuelca en el rostro de un niño sin nada que echarse a la boca, eso es cierto.
Esta certeza me deprime. Escucha…¡Escucha¡ Como gime la tierra. Ahora que todo
es oscuridad. Ahora que todos duermen. Ahora que todo está parado. Siento el
resplandor de las tumbas que mortifican, que arrebatan la alegría. Hay gentes
que no sabe sonreír , es más, nunca han sido sutil abrazo a este contento.
Solo, vientres carcomidos por la desesperación, la desinformación, barridos de
los ojos de los que viven en alturas inaccesibles. Somos marionetas. Yo corto
esas cuerdas que tejen el callar. Y callo también a mi ritmo.
Dices
no. No temes la solead ¿Qué somos ¿Sino maltratados por una cultura que verá su
fin, no sé cuando, no sé como . Estamos de espaldas, yo frente al espejo, tu frente
la ventana. Siento que un alma se introduce entre tu cuerpo y el mío. Un alma que
se queja. Un sudor frío se apodera de mí y no es fiebre ¿la sientes?
Si.
Siento esos muertos que nos dan aviso.
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