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Cuando
despierto, la tarde noche aparece. Aparece por el megáfono anunciando el baile
de disfraces. Es tentador. Una tentación que me lleva a desfigurarme más allá
de mi yo, de esa proyección sobre la timidez que me sigue. Y me disfrazo, abro
el armario y puedo contemplar que con exquisitos gustos me han dejado la máscara
que me hará irreconocible. Una peluca, blanca, me la pongo. Un maquillaje en
tonalidades blancos rosáceos pasean por mi rostro, frente al espejo. No quiero
ser yo, quiero ser otra. Otra que se enganche a la danza de los viajeros que
como yo alcanza la alegría. Me visto. No se muy bien de que es el disfraz, pero
su colorido resulta gratificante, con una desbordante brillantes. Perfilo los
labios como si fueran extraños a mi cuerpo. Sin dejar que el rimen se corra en
mis ojos soy exacta transformación a lo inexistente, a lo oscuro. Cuando he
terminado, me miro con entereza, no está mal. Salgo de la habitación sin dejar
que el camarero me avise que es hora de llegar a ese baile donde desconocidos
se darán la mano. Sí, la mano. Y porqué no todos los días. Así, las guerras del
alma serían pacíficas. Miro el salón, con poca gente, pero la suficiente para
saber lo que pasará cuando la música, cuando las gentes y sus máscaras lo
desborden con la chispa de la dualidad. Y comienza la fiesta, una fiesta enraizada
en una impresión positiva desde mi perspectiva. Y comienza la fiesta, antifaces
deslucen las sombras que trotan en cada uno. Y comienza la fiesta, alguien me
coge de la mano. Y comienza la fiesta, lo desconocido me lleva donde los demás
brincan en el orden de la melodía. Y comienza la fiesta, yo aquí, bailando con
lo torpe de mis cimientos hasta que la noche me diga basta ya. Hasta que la
noche me diga, tienes que ir afuera, donde una brisa maravillosa y un
firmamento en todo esplendor es cometa que te regirá en los deseos. La mano se
despega. La mano camina. La mano se aleja. Yo sigo con mi mirada y un sudor
indescifrable hacia donde va y me pierdo. Y me pierdo entre estas personas, los
cuerpos se pegan, los cuerpos se rozan y es todo gozo y es todo desmesura y es
todo canto a la armonía. Me alegra, no sé porque siento un cosquilleo de
felicidad. Son momentos que se han de aprovechar. Y busco esas manos, no las
encuentro. Se apagan a medida que la noche avanza. Todo es fugaz, efímero...CONTINUARA
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