MI
ventana da una masa de dragos que sangran cuando la lluvia hace presencia. Mi
ventana da a un sol cuando los sonoros rincones de los párpados se abren en el
brío de su clemencia. MI ventana dice que alguien pasea por los caminos de la
ausencia cuando el despertar interfiere en nuestros sueños, efímeros, agotados
en los años. Mi ventana dice que los callados besos de mis labios perduraran
mientras estática siga aquí, bajo este techo donde las sombras del ayer
perduran en mi vientre, en mi corazón…Ah, ese corazón. Ese corazón roto en los
amores. Porque yo me enamoro, de la esencia virgen de las palabras, del aroma
del recuerdo, de la mirada perdida en la firmeza, de los actos naturales en la
secuencia del yo. Observo esos dragos, un boscaje reinante en esta parte de la
isla. Ahora, me recojo y suspiro cuando mis manos cogen la mochila. Esa mochila
a rayas azules, blancas, verdes, rojas para ser fuga de esta masa de lava bañada
por el Atlántico. El barco está en el muelle. Cierro la puerta con la lentitud
de quien lleva demasiado peso sobre sus hombros. Dejo la memoria en sus
paredes, en cada uno de los muebles que la componen. En cada olor que me
despide cuando le doy a la llave. En este pueblo se respira, a estas horas, un
aliento sereno y fresco. Me estimula. Me dice que tengo que marcharme a donde
las ruinas no rasguen mis sentidos. Dejo la plaza y me posicione en la parada ,
un taxi después de un tiempo fugado aparece , me monto. Se van dibujando en mi
cada particular forma de esta isla, cada estrato que va discurriendo a medida
que descendemos hasta donde el mar rompe contra los diques. Voy con tiempo. Llegaré,
me tomaré un café y cabalgaré donde los cetáceos se recogen en su hogar, el
mar. Mi espíritu dice del adiós. Mi espíritu dice de la aventura. Mi espíritu
dice del misterio. Mi espíritu dice de ese túnel del tiempo en un mundo de hoy,
en un mundo donde la diversidad cultural enriquecerá cada pensamiento que hay
en mí. Ya me despedido de los dragos. Ya me he despedido de cada calle de ese
pueblo. Ya me he despido de esta ciudad donde ahora aborda el taxi. Un taxi
mudo, un taxi poco coloquial cuando mi mirada se cruza en el espejo retrovisor
de este auto con su chofer. Una sensación de invalidez penetra en mis venas. No
es que sea cobarde. Me pregunto que me deparará este rumbo que toma. Qué será
de mi destino. Un destino fraguado en el instante perfecto o imperfecto del
tiempo, de las experiencias, de mi caminar. Veo ya el buque. Un buque blanco. De
lejos parece pincelado de pequeños paneles, de cual uno de ellos, será mi camarote.
Un nerviosismo me inunda, aunque no hay marcha atrás. Yo lo he decidido así. El
olor ha reboso penetra en mi olfato, hay mala marea.,,,CONTINUARÁ
No hay comentarios:
Publicar un comentario