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Una
gaviota. Un oleaje calmo. Cetáceos en la danza del universo. Y yo, aquí, apoya
en la barandilla de un viaje al infinito de los sentidos. Se posa, me mira con
sus ojos redondos y azabaches, brillantes dejándose caer una lágrima. Yo
también la miro y nuestro espíritu es coloquio en lo efímero de este instante. Y
la miro …y me es conocida, en su forma de la exactitud del movimiento. Por un
momento despliega sus alas, por un momento me invita a ir con ella. Y de nuevo
vuelve a su posición en la exactitud de su quietud. Es como una vieja amistad
que ha regresada para contarme algo, lo presiento. Me estremezco y escucho el
sonido del cosmos. Un sonido oblicuo, un sonido encantado, un sonido
despertando mis emociones. Me habla de la vida, de este planeta que se desangra
lentamente en curso de los años. De este planeta donde somos tractores
bestiales para su liquidación. De montes pelados, de selvas rajadas, de campos
secos, de pueblos ausentes en el ritmo de la vida. De la cangrena de las especies
por el cambio de la atmósfera que habitan. Me recuerda, no sé a quién. Nunca he
conversado de estos temas con alguien, pero su postura me es familiar. Ahora
con su plumaje blanco y plomizo me observa. De sus ojos vidriosos se desprende
una lumbre que me acoge mientras el mar relajado, mientras las estrellas
espabilan para marcharse. El amanecer se precipita y yo le habló. Le cuento cada
uno de mis miedos, cada una mis alegrías, cada una de mis derrotas y ella toma
un gesto de compresión sin compadecerse de mí y es que me conoce…sabe de todo
lo que supura en lo recóndito de mis entrañas. Y calla. Y yo también callo.
Callamos mientras miramos como un sol con todo su brío es jardín que nos
observa, es jardín que encalla en nuestros ojos, lastimados. Una queja nos
junta. Una queja nos hiere. Una queja escupe en nuestro corazón. Y las
estrellas desaparecen. La madrugada se embebe para recibir ese sol radiando energía,
sosiego para un nuevo día. Aquí, en la barandilla la gaviota y yo. Yo y la
gaviota con los pesares de la madre tierra. Cetáceos se congregan frente a
nosotras, en un océano del silencio, en un océano del dolor. Como ha llegado,
se va. Se marcha una parte de mí. Nos volveremos a ver , la travesía es larga...
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