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Apoyada
en la barandilla, las alas del viento, las olas de la serenidad me embriagan. Y
próxima a mí, posa una pareja de mujeres ensimismadas con el aliento de las
mareas. Se acercan, me saludan y sin más un dialogado escoltado por el universo
, el viento y el mecer de la distancia de lo real se desarrolla. Toma
conciencia en el letargo de los demás ocupantes de esta embarcación.
-
El viento se espesa. El viento se lía. Y
usted aquí, en la insonoridad del abrazo de alguna palabra. Aquí sola, apoyada
en la barandilla como si dijera adiós a algo, a alguien. Y perdone que me
inmiscuya si quiere está en soledad. Pero hace rato que la observamos y nos
preocupa.
-
Ya sabemos de lo bella de esta noche, de
esta primera noche. Pero la madrugada tropieza y nos dice que es hora de
descansar. Nos da apuro verla aquí, aislada, mientras el murmullo de la fiesta
de bienvenida calla. Nos da no se qué preocupación por usted, señora. Sabemos
que no somos quien para meternos con sus pensamientos, con sus conflictos
internos, con cada secuencia de su vida e imaginamos que ocurre eso. Usted
gravita entre un ayer y un hoy. Tal vez , un ayer triste. Tal vez, un ayer árido.
Tal vez, un ayer con la mirada en la ilusión perdida. Tal vez, en la soledad
que siente su mano. Y de verás, nos preocupa. Mire aquí tenemos algunas rosas
que habían en la mesa de la cena. Los quiere usted, señora.
-
No se mortifiquen, estoy aquí. Con este
susurro de la brisa. Tomaré esas rosas. Y soplaré para cada que cada uno de los
pétalos caigan al mar para quitar todo ese mal, sospechado, que hay en mí. Sí,
hay una larga pena, una composición de cicatrices que velan mi sombra. Pero,
ahora, aquí las examino para exterminar cada una de ellas. Este pétalo blanco
para aquellos que se fueron. Este otro para aquellos que me causaron dolor. Este
otro para aquello que llenaron de impurezas mi verticalidad. Este otro para
aquellos que no volverán, aunque el deseo incalculable me cause una cierta
pena. Y este otro y otro para lo que vendrá. Porque vendrán nuevos arco iris,
nuevas lunas, nuevos senderos donde mi entereza será latido de las calles que
pisa.
-
- Le damos gracia señora por aceptar estas
flore y ser fluyente en una despedida, en una entrega a la vida ¿se encuentra
mejor?
-
Si, me hallo en ese estado de paz y
tranquilidad que es difícil de asumir en esta época tan crítica. Y este estado
lo guardo para mí, lo recojo en mi alma como prisionero de un don y soy consejo
de él.
Y
esta pareja de mujeres se despide, sin más. Sin decir nada, desaparecen donde
la luz de proa atisba mi espalda. Y yo sigo aquí, en la barandilla, tutelada
por mi razón , por mi corazón, con este orden de las rutas a tomar…CONTINUARÁ
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