6
Pongo mi mano sobre su hombro. Un hombro donde
el peso de los años, del sufrimiento parecen evadidos, ausentes. Pronuncio
alguna palabra, de adiós. Tienes que irte, no más. Ella parece entender. Baja
la cabeza y sus mejillas sonrojadas brotan la desesperanza. Se halla defraudada
y que más da. El conflicto en este campamento del horror sacude mis emociones.
Me siento atraída por este dolor continuo, grave y me despido. Me doy la vuelta
y camino al encuentro de mi labor. Comprendo que ha arriesgado su vida al venir
aquí. Comprendo que me quiere. Comprendo su honestidad. Pero no más estoy
enganchada a este fragmento del mundo donde gimen las raíces. Y esas raíces me
atrapan, me magnetizan y hechizan en que debo de seguir y no dejarlos. Ya han
sido abandonados por las tempestivas mareas de ideologías fatales. Todos
carecen de sueños y se amontonan aquí donde la enfermedad, el frío, el hambre
los impulsa al abismo. Considero que el ser humano ha sido derrotado. Sí, en
todas sus vertientes, en cualquier afán de creencias. No, no existe Dios.
Lucubramos en la suplica y ya vemos…solo somos gentes al amparo de fúnebres
cantos. La tierra tiembla…un temblor que anuncia un hasta luego más allá de las
estrellas, más allá de este aislado e inhóspito lugar. Adiós querida…pero el
amor con el tiempo se apaga, se retiene en una memoria que pierde sus fuerzas a
medida que los tornados tuercen nuestro camino. Este no es el tuyo. El tuyo
está allá…si, allá, donde te fuiste con ese niño de la mano.
7
Todo termina. Mi viaje ha terminado. Mis
sensaciones me vuelven a lugar de donde vengo. Mis temores se disipan. Mi
corazón vuela y vuela como alas de mariposa que quieren descansar. Y todo
termina, me voy, pero antes hago un recorrido por este campo donde las ánimas
duelen. Fantasmas de lo más irracional se presentan ante mis ojos. Y me siento
que caigo y reboto en muros donde se escribe una despedida, una despedida
interminable en el llanto de lágrimas yermas en rostros vacíos. Un pozo los
llama. Un pozo inexacto e infinito donde sus cuerpos serán arrojados como si un
fusil en las sienes fuera retumbar de cada jornada. Y todo termina, mi lamento
se hincha, mi desdicha se incrusta en mi estómago, mi amargura penetra en cada
paso que doy. No, no quiero mirar. No quiero sembrar en mi la sin razón. No
quiero desbaratar esta vida que ha sido rectificada en el progreso de los años.
Todo termina, el amor, los amigos con la muerte. Miro el firmamento y ahí está,
me dice qué haces, me digo que hago machacando más y más mi dolor, mi pena. Me
siento angustiada, una preocupación que aumenta a medida que mis piernas
débiles, sensibles caen en la desesperanza de ellos. Un infarto de la
existencia y el caos. Llego donde está el hombre del piano, ya no duerme. Las
moscas se entregan a sus manos llagadas, a sus manos donde lo hermoso suena en
medio de la devastación, de este convulso mundo. Escucho la agonía. Escucho el
llanto ensordecedor ¡Callad ¡No más. Temblor.
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