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Una
pila de basura invade este campamento. Antes no era tanto, ahora, con este amontonamiento
las enfermedades expirarán más aquellos que son más débiles, más frágiles. Su
olor es insoportable, he estado mucho fuera, con los sueños liándome en la rutina
de cada amanecer. Su hedor inflama más y más la miseria en que vive esta gente.
No hay medidas de saneamiento de esto, de la pobreza, del hambre, de la
desesperación. Es un lamento común, un lamento vertiginoso que da cierto agotamiento,
cierta pena, cierto columpio entre tumbas comunes, cierta fatiga ¿ Por qué he
regresado? Y nada me sorprende, me lo esperaba así. Yo, aquí, de pie, frente a
ella. Y me doy cuenta de que todo es imposible. Y me doy cuenta de la verdad. No
pronuncio palabra. Me hago la despistada, una despistada que eclipsa su corazón
y se da la vuelta para no mirarla más. Esta es su vida, darle a ellos como me dio
a mi a cambio de nada, a cambio de la entereza de su alma. Una paz se desprende
de sus movimientos…una paz imparable hasta ese día de la despedida. Sí, la
despedida , su fallecimiento será como el de ellos, inmersos en una esperanza
que no llega. Que venga la esperanza. Que las guerras callen. Que el exterminio
termine. Que lo inconcluso de este sufrimiento sea zanjado en lo más profundo
del olvido. Me desquito del amor. Me sienta bien. Desatiendo ese ayer y me
involucro en la situación que estoy viviendo en estos instantes, la misma. El
ser humano no aprende, el odio es ombligo que nos imposibilita al avance….al avance
de la hegemonía de la persona como persona, como existencia de un mundo que en
los años se extinguirá, cuando el sol calle. Y ese sol donde está, aquí todo es
gris, una noche donde la luna es persuadida para se lumbre de estos despechados
de la vida. Y lloro, me agito como aliento del vacío ¡No¡ no puedo. Estas
personas no se merecen esto. Una destrucción temprana, una destrucción cíclica,
una destrucción inaudita, espantosa. Y lloro, mi estomago tienes ganas de
vomitar, todo huele a lo peor de la humanidad. Eso, somos odiosos, somos egoístas,
somos como si fuéramos eternos y no es así. Un infarto súbito traduce estas
secuencias que ahora miro, en cualquier momento. Donde esta el bien, donde el
mal. En estos instantes me acaricia como se acaricia con navajas al filo de la
destrucción. Me vuelvo de nuevo, mis ojos se plantan en sus ojos y lentamente
camina hacia mí, con la lentitud de la muerte...CONTINUARÁ
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