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Un
invierno que renace. Recuerdos que me recorren. Un campo de refugiado. Una
marea que se vuelve violenta. La huida. La herida supurante de los años. Ahora
en esta madrugada sin luna ya deriva por la oscuridad de los caminos ante lo
más terrible de la humanidad, las batallas inacabadas. Batallas perdidas que
nos vuelven vulnerables, frágiles, indefensos contra los traspiés de la madre
tierra. Un clima que se vuelve huraño, agrío, insostenible, desequilibrado,
traicionero para aquellos al encuentro de la esperanza. Una ola que acecha
desquicia una embarcación y todos somos ahogados en las profundidades malignas
de una marea turbia, agresiva, arrebatadora de vidas. Una tierra baldía donde
se acumula gentes de todas las edades y el ataque de un frío mortal
desquiciando el estancamiento en medio de la nada. Algunos llegarán, como yo,
como el niño, como otros. Muchos perecerán donde serán engullidos en el anonimato,
en lo desconocido, en el tenebrismo de sus tumbas. Cuando me encuentro con ello
y me miro todo mi alrededor me doy cuenta de lo agraciada que soy. Soy eco de
un grito que ahora calla. Soy cumbre de pájaros que en sus garras lleva la libertad.
Pero, hay algo indeciso, algo que hace tambalearse mis pilares cuando salgo y no
alego mis palabras, mis palabras muertas a otras gentes. Gentes ignorantes de
mi verdad, de la verdad de aquellas vidas que se han perdido. No, no tengo
amigos, solo cabalga una ausencia en su lástima por mí y ello es penoso, es un
laberinto que cruzan eclipsado por el más doloroso de la dejadez. Te dan la mano
y esa mano se vuelve compasiva. No, no necesito que sientan compasión por mí,
por aquellos que han derivado en una lucha sin fin. Y el invierno viene. Y los
muertos serán atmósfera que impregnará esos campos, esas mareas. Parece que ya comienza
a amanecer. Me he pasado toda la noche divagando como tantas otras, cuando el
niño duerme. Me hallo deshidratada, moribunda de la humillación a esa masa
perdida en las inmediaciones de los precipicios y lloro. Un llanto que se
vuelve repetitivo, fatigoso en el transcurrir de las madrugadas. Estamos en enero
y hace frío bajo este techo. Este techo de un planeta cansado, ojeroso
respondiendo a su estado con agresiva crudeza. Voy al encuentro del niño, lo
despertaré y de nuevo para el colegio. Así, de sencillo se irá acostumbrado a
esta sociedad y se integrará como uno más aunque calle...CONTINUARÁ
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