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Su
hijo es impertinente, me dice la maestra ¿Mi hijo impertinente? No entiendo,
busca la manera de que ella me explique y alterada me contesta bruscamente no
quiere hablar, se arrima a una esquina del aula, se da la espalda y tapa sus
ojos. Su hijo es un impertinente. Un aire de sorpresa amarga cae sobre mis
hombros, pesados. Me cuesta decir algo…no sé …no me esperaba esa reacción de el
en el transcurso de los años. Esa manera de comportarse que es un alejamiento a
lo que se llama normal y me dice solo, eso, su hijo es un impertinente. Mi hijo
no es lo que usted dice, le digo, sin querer descifrar su pasado. Mi hijo no es
impertinente le repite. Ella esboza una emboscada enervando sus ojos a tiras de
ira, de un odio en cada movimiento de sus extremidades. El racimo existe,
existen niños donde el maltrato de sus años desembarca a una ausencia que tilda
de desgana. Su mente es una soga que lo ahoga, que le hace recorrer de extremo
a extremo todo su sufrimiento. Mi hijo no es impertinente solo, tiene
miedo. Sus ojos se vuelven coaccionados
por los prejuicios. Y se nota…si se nota que le molesta mi hijo, que le desagrada
su presencia en un mundo donde todo es derroche y falsas alegrías. Mi hijo no
es impertinente, por un momento me encauzo a desviar mi mirada de ella y
adentrarme en la clase donde los demás niños son revuelo ante la no presencia
de la maestra. Su hijo es impertinente. No me diga, exploto y pienso en mi
madre, en mi hijo, en mi vida, en este extaCiante sudor para poder llegar hasta
aquí…aquí donde el combate por lo que escucho no ha terminado. Y yo caigo,
parece que tropezado. Lo esperaba, pero no contra mi hijo…su hijo es impertinente.
Mi hijo me mira y con sus ojitos me dice que le de la mano, que caminos juntos …como
aquella jornada abrieron la frontera. Me compongo y le doy mi mano, mi mano
protectora. Su suavidad estrangula la grosería de la maestra. No tengo más gana
de discutir con ella y callo. Le digo, comprendo…mi hijo es impertinente y me
marcho, me lo llevo a casa pasando antes por el parque, ese parque donde a el
gusta abrazar el árbol mirando hacía arriba. No, mi hijo no es impertinente crédulas
circunstancia lo han derivado a esa ausencia. Ella no le ayuda, lo perjudica
con esas palabras, con ese tono desmedido. Mi hijo es bueno. Suplico a mi madre,
mi madre arrancada de este mundo para que me de fuerzas y continuar, por él...CONTINUARÁ
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