El fallo. Sí, el fallo, correr la cortina y verla ahí postrada
en su silla con sus ojos latentes a una pantalla de ordenador. Por ahí
circulaban todas las impresiones cargadas en sus espaldas, en su vientre y se
desinflaba como mujer valiente a los gritos del silencio. No debí correr la
cortina ¡Ah, un fallo ¡Embelesada con su juego de palabras hilaba cada trazo de
sus sentidos con la sonoridad de una música que la llevaba al epicentro de sus
sentidos! Se dejaba ir…dejaba que cada letra tomara forma hasta constituir su
obra…una obra de lamentos y esperanzas. No se daba cuenta, embelesada en su rutinaria
persecución de frases travesías de su razón, de que yo estaba detrás de ella,
con la cortina corrida. Por un momento se quedo estática con su mirada en ascua
y comentó algo, algo referente al cancelar de su intimidad. Corrí la cortina de
nuevo y la deje sola, sola y sus pensamientos y esas palabras pilares de sus
sentidos. Me puse a mirar por la ventana todavía la noche estaba aquí, mantuve
la paciencia, hasta que el horizonte engendrara el sol del hoy, de este
presente ausente. Una brisa fresca se
enredaba en mi rostro, una nostalgia se apoderaba de mi corazón. Por qué se ha
ido, tras esa cortina, un alejamiento que me hacía sembrar la despedida. Sí, el
fallo. El fallo de continuar cuando todo es vacío. Ella en su ruta, yo en mis
ganas de seguir queriéndola. Había algo extraño en el ambiente. Un otoño donde
las nubes dan descanso, donde un sol picón rasguña las sensaciones y te invita
a la despedida. Sí , el fallo, correr la cortina de nuevo e inquietarme al no
verla ahí, en su silla frente la pantalla. Dónde estaría. Di unos pasos y me enfrenté
a lo escrito, nada. No había nada. Y ella donde, dónde se encontraba. Caí en la
silla, frente la pantalla en blanco, frente la pantalla callada y la música que
sonaba silenció. La soledad son lazos ardientes que nos viene cuando los años
agotados responden a nuestra monotonía. Sola, conversando con las alas del alma
frente una ventana de donde penetra una brisa fresca y del horizonte el
nacimiento de un sol picón. Y me di cuenta… me di cuenta que algo de mi se perdía,
se iba diluyendo en la sensación de despertares de sábanas gélidas.
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