No. No me ames más, decía ella con los ojos convergiendo en
sus ojos, con sus ojos lastimados por las ráfagas de quebranto en el amor, con
sus ojos concluyentes en sus ojos desviados de su presente. Y es que el amor
acaba como terminan las épocas, los meses, las semanas, los días, las horas.
No. No me ames más, cogió el almanaque y rompió el mañana. Un mañana donde una
bandada de ignorancia se impregnaba a sus carnes temblorosas, a sus ojos descoloridos
por la luz del alba. Y es que el amor es viajero que después del descanso es
fugaz sino es verticalidad del paso de las jornadas. Y es que no huyo, todo se
hace retiro cuando las manos se consumen el agotamiento, en el chirrido de
nuestras alas. No. No volaremos jamás juntas, me despide como quien se despide
de la muerte, de tus ojos a la deriva. Y no creas que duele. Y no creas que me
confundo. Y no creas que no es cierto. Todo ha terminado . Ya no más observaré
cuando las constelaciones llegan como te duermes. Ya no más pasaré a tu lado
con la lentitud de un beso. Ya no más divisaremos las ballenas en su llanto. Ya
no más seremos ese parque donde los ancianos cuentan su ayer, ese ayer
difuminado ahora en mi memoria. Solo que me quedo con lo placentero. No. No me
ames más, se que la cama está revuelta, que mi maleta está cerrada ya. Así son
las despedidas cuando nuestro estomago no se estremece en la caricia. Las lunas
vendrán, seremos testigo de evolución de nuestros sentimientos con la memoria
alojado en un ínfimo fragmento de nuestro corazón. No. No me ames más. Y sabrás
que te quería. Y sabrás que nuestros sueños se conjuntaron. Y sabrás del
olvido. No. No me ames, la noche viene y con ella debes descansar, aunque mis
ojos y tus ojos no se vuelvan a cruzar. Adiós, amada mía. Adiós. No. No me ames
más.
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