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Tic-tac,
en el más puro de la noche muda suena el reloj, suena mi móvil. Por principio
me pregunto quien puede ser a estas horas. Por principio lo escucho sonar y
sonar en un arrebato de insistencia. Lo miro. Un número privado. Lo dejo, no me
interesa. No me interesa que en la madrugada alguien germine todo mal contra
mí. Ninguna de mis amistades, de mis conocidos llaman a estas horas. Pero sigue
y sigue en su gorgojeo incesante. Y está dejadez mía de saber quien me hace
lubricar pensamientos nefastos. Algo erróneo a mi persona. Quien tiene tantas
ganas de molestar ahora, cuando la luna redonda con su luz incide en esta
vivienda. Y me quejo. Me quejo para mi misma. Bosquejo alguna persona perdida en
la inmensidad de este mundo. Bosquejo un toque de agobiantes precipitaciones a
la deriva. Bosquejo su caída en precipicios donde el mar ruge con violento
contra las rocas. Un vals de pensamiento converge en mi con imágenes que se esparcen,
que se complican a medida que el móvil no deja de dar la lata. Lo cojo. Un
silencio incomodo me recoge y los presagios vienen. Me precipito a algo
inconcluso, a algo hipnótico, a algo oscuro en su callar. Estremecimiento. La
duda cae sobre mí, un ritmo desaforado provoca un agitar de la verdad. La
verdad de esa rosa negra que está en mi sillón. La verdad de esa rosa negra que
agrieta mi pared. El olor se hace intenso…muy intenso y me entrego a su significado,
a la averiguación cuando las tres de la mañana hace tic-ta,…tic-tac. Cuelgo el teléfono
y de nuevo vuelve a sonar como suenan los gemidos de algo herido, de algo
agónica en las tierras de la nada. En vertical, accedo a la llamada. Esa
llamada que parece una bocanada de brasas desnudando el pasado, el hoy. No
hablo. Tras la línea tampoco. Es la señal de la perdida, es la señal de que toda
esta cerca, es la señal de personas removiéndose en sus fosas, es la señal de
moribundos alertando del ayer, del hoy. Se mueven y lo siento, como este
planeta hostigado repetitivamente. Donde el respeto hacía su entereza, a su
verticalidad es nada más que una mole de azotes constantes, intermitente. Y ahora
llora. Y ahora quiere desahogarse. Y ahora quiera evaporar todo daño en una ola
gigante que nos arrastrará a todos, en un terremoto que nos tragará a todos, en
una agresiva intemperie que nos vomitará a todos. Así lo figuro. Así edifico
cada nudo de su dolor. Tendida en un teléfono que no habla, que no escucha solo
con su mutismo me dice todo. Despliego cada incógnita encerrada bajo este techo,
bajo la construcción de estas casas. Tic-tac…tic-tac y cuelgo. No lo cogeré más
ya se lo que hay detrás de ese callar. Y me quiebro…CONTINUARÁ
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