Oteo donde las filigranas grises
ondean los sueños. Dibujo donde los peces se mecen cuando el oleaje es intenso,
pesado. Me dejo ir en algún poema tejido
con mi vientre apoyado al suelo. Sueño donde los ríos no nacen. Donde el amor
es eco ausente de mis manos. Manos, atadas al rompiente oleaje. Y una ola va. Y
una ola viene. Más allá una ciudad circulando en un parque donde la gente no sonríe.
Pasos diseminados, adoctrinados en el vacío se desnudan ante mis ojos insonoros.
Una jornada cálida se cruza en mi ruta. Y sigo aquí con mis manos, atadas al rompiente
oleaje…desde mi ventana. Sin embargo, ante todo, sueño, deseo, me emociono
cuando mi pensamiento te halla. Sí, te halla, aquí sobre cumbres aladas de la
fragilidad. Miro donde las tapias grafiteras dibujan corazones de un amor de
escasos instantes. En la calle el ruido de la polución. Y sigo aquí con mis manos atadas al rompiente
oleaje. Un enjambre de soledades puebla a ese mar donde una ola va, donde una
ola viene. Peces en el aire atisbando la vida de este mundo pequeño, un mundo
diverso. Y me sorprendo ante lo heterogéneo que somos y la vez una mezcla homogénea
de estrellas fugaces en el latir del universo. Oteo donde los filigranas grises
ondean los sueños…¡ay los sueños¡ sepultura lucida en la profundidad de las
heridas. Heridas que vienen, heridas que van y la nada de las olas. Aquí,
quieta, estática, hermética en el sentido que desoye la pasión.
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