domingo, abril 10, 2022

NO ENTIENDE...

 







A veces no entiende. Su comprensión no alcanzaba los pozos de la desmemoria de esta tierra. Pozos donde batallas baldías habían engendrado la oscuridad de la mirada. No, no quería entender. Se sentaba en una roca, en la noche, mirando el girar y girar del faro de la isla. Divisaba un horizonte difuso…un horizonte donde la monotonía del ser humano se extendía en la derrota de su entereza. Un quejido infinito daba cobijo a este planeta, más allá de las mareas.  Y sin saber por qué se sentía triste. La vida era como ese faro, un halito de luz, un halito de la nada. Sus manos, se las llevaba a su rostro cuando el brío de aquel faro daba la vuelta. No, no quería la nada, deseaba insistentemente el haz de luz que el desplegaba.  La isla se le hacía pequeña.  Mujeres y hombres luchaban…una lucha encadenada al desastre, a ojos marmóreos en medio de lo confuso. Y la madrugada llegaba con una brisa gélida a sus carnes y ella seguía contemplando el horizonte, estática, con el pensamiento fijo de la barbarie de la existencia en este punto azul del universo. Demasiadas y no entiende. Vientres inflados de moscas en el retumbar del hambre, ojos secos en el soplido de la sed y muertos y más muertos por la violenta agonía del poder. A veces no entiende. El faro sigue ahí, quieto, constante en su lucidez. Y ella no quiere entender. Se le cae el botón de su camiseta blanca… una camisa blanca y botón que rueda y rueda ligero y torpe a la vez donde no se puede ver. Sus senos medios desnudos se descubren a un mundo donde todo es oscuro. El faro gira y gira. El faro alimenta sus sensaciones de rota mujer en medio de las rocas. La marea sube lenta…lenta ella se incorpora. Mira el horizonte donde la esencia humana perece, se entierra bajo fosas de agujas en el anonimato. Ella no quiere encontrar ese botón, le es igual que sus pechos se luzcan en esa noche sin luna donde el faro murmulla el rumbo de los barcos. Caravanas humanas navegando a la nada. Y ella, a veces no entiende. Su compresión no alcanza los abismos del hoy, del ayer, del mañana. Y la noche se torna negra. Y su desnudez se acuesta con las plumas de pájaros que emanan de su espalda, cansada. Y ella desoye el entendimiento y vuela más cerca del faro. Se posa en su pie con lágrimas maquillando alguna esperanza, algún pensamiento de acuerdo con la belleza.  

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