No. No somos forasteros
cuando las luces de un invierno acabado replican dolor, desgracias, llantos en
el tremor de las piernas, de los brazos, de los labios, de los ojos. No. No
somos extraños cuando una la gélida venida de la nada nos acoge, en su regazo
tortuoso, en su regazo de exterminio, en su regazo de lunas inexistentes. Somos
hijos de la madre tierra. La tierra, planeta microscópico en este universo en
la extensión de una de sus alas, de libertad, de pacíficas sinfonías cantando a
la vida. Ahora, apartados, indefensos nos depositan donde las batallas son
infinitas, donde el desgarro de un grito es ciego a este mundo. Nada es nuevo,
todo se repite, un ciclo con cierto ritmo de los siglos y los siglos que
sigilosamente atraviesan nuestra garganta, nuestra garganta muerta. No. No somos
los únicos, una infinita guerra por ideas enrarecidas, delirantes, son testigo
de fosas comunes, de anónimas huidas donde el agua se deja correr y se puede
beber. Sed. Tengo sed, las tumbas sin sentido que pueblan esta atmósfera es
cada vez más asombrosa en lo grotesco, en lo que somos. No hay guerras
justificadas, no hay injusticias que se puedan explicar. El abuso …sed. Tengo
sed y bebo, bebo por la paz, por la igualdad de humanidad. Aquí, allá..me es
igual ¡No¡ Todos tenemos un derecho digno en el transcurso de la existencia en
este planeta, el planeta tierra. Miremos más allá de un firmamento estrellado,
más allá donde la luna y el sol nos depositan su confianza. Miremos y dejemos
de decapitar la vida de los inocentes. No. No somos forasteros , somos hijos de
esta esfera, hijos de las mareas, hijos de la tierra. Y tu hermana mía, recoge
tu muñeca azul…tu muñeca azul de trapo. Nos vamos. Nos vamos donde los ojos de
pozos no nos señales. Sed. Tengo sed, una sed recorriendo mis arterias hasta
detenerse en cada pulso de la huía. No, no te preocupes hermana de la muñeca
azul, tu muñeca azul de trapo, ya conseguiremos otra, cuando lleguemos…No.
Tengo sed.
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