Las paredes tienen agujeros. Agujeros de corazones en pena
cuando la tarde es tapiz es azul. Las paredes tienen manchas de un oleaje
brusco de la partida de nuestro tiempo a una atmosfera extraña. Las paredes
tienen llantos del estruendo insonoro de nuestro adiós. Un vaso roto en suelo y
lo pisamos y nos no cortamos. La despedida de este querer es así, nada es
perpetuo solo la sonoridad de la memoria. Las paredes tienen agujeros, de ellas
manan cada beso que nos dimos, cada abrazo que nos acurruco bajo sábanas
blancas que muchas veces fueron tendidas cuando el sol daba brío en la azotea
con el rumorear del viento. Las paredes tienen el adiós, un adiós descompuesto
por cada tonada de nuestra despedida. El océano pace en su plenitud y nosotras
somos plenitud en un nuevo camino donde las arboledas darán ese tono especial a
nuestros ojos.
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