Así sueñan los despertares de los
ojos, imbuidos en un firmamento delatando lo minúsculos que somos y a la vez el
palpitar de nuestros caminos. Porque nos movemos donde los silencios conversa
con las alas anquilosadas ofreciéndoles la oportunidad del retorno al vuelo…del
vuelo de los sueños. Porque hay que soñar, ya sea en la desgracia, ya sea en la
sonrisa. Cuerpos herméticos bajo un mundo desinflado se alimentan de sus almas
y alzan el canto. Así sueñan los despertares de los ojos, sumisos al rumbo de
las canciones de la mañana, de un mañana que todavía no viene. Una oscuridad es
tapia que se enfrenta…una tapia con alambradas de cristales rotos. Las tocamos,
las pisamos, danzamos a su alrededor y las fogatas de las esperanzas son bellas
tonadas del olvido. Y ese olvido se nos atraganta, nos muestra lo humano que
somos en este pequeño planeta de un universo sin fin, oscuro. Y la oscuridad es
tapia de cristales rotos. La pisamos y sin hacernos daños subimos donde lo
imposible se vuelve posible, donde lo malo se vuelve bueno, donde lo dañado se
vuelve bello. Y es que en los despertares de los ojos nos entregamos a la jornada
que viene…que viene con su rostro estrecho, con su vientre de pétalos de que
tal vez…tal vez hoy será un buen día. Un manantial transcurre no lejos…un
manantial de raíces que nos ancla en el sentido de nuestro aliento. Bebemos,
nos conquistamos y trepamos esa tapia de cristales rostro. Todavía todo es
oscuro, las estrellas nos regales el don de la perfección. Puntos suspensivos
en un universo que nos acoge. Así sueñan los despertares de los ojos, hermosos,
tristes…
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