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Sus
manos…sí, sus manos, se aplastan en la ventana. Más allá de ella una fuerte
calima alumbra el invierno, una calima que se retuerce en lloviznas venideras.
Sus manos…si, sus manos, parlotean el sentido del aire, de esa atmósfera
enrarecida y la vez hipnótica que la rodea. Se siente cansada. Cansada me
siento. Se siente disfrutar de sus sueños. Disfruto de mis sueños. Una imagen
se refleja en la ventana, en la ventana donde sus manos se aplastan. Ella la
ve, por un instante cierra los ojos y es ella. Ella de vuelta del trabajo, un
trabajo donde el exhalar del sudor y la presión la trae con los hombros bajos. Hombros
donde se desparrama lágrimas del centro de su labor. Hombros donde cada peso de
su memoria la retuerce en la duda. Y ella piensa en sus terrores…tal vez en una
violación, tal vez en un acoso, tal vez en un robo, tal vez en un desahucio de
la bestia humana. Y ella piensa que su vida no es mentira. Ahora viene del
trabajo con una fuerte calima alumbrando el invierno. La observa, observa a su
amor, a su amor real y le da lástima. Mientras la radio se oye de fondo, una
radio donde los diálogos convergen en el maldito virus, en esta peste en pleno
siglo XXI. No, no estamos tan adelantados como pensamos, nos levantamos y
luchamos, deambulamos en la incertidumbre y desorientados convergemos en una
calle donde ella, su amor regresa del trabajo. Pero sus manos, aplastadas en la
ventana, son inteligentes por el mero echo de sorprenderla con una sonrisa, con
un silencio que dice te quiero, con un suspiro que embellece sus ojos. Sus ojos
caídos, sus ojos destrozados, sus ojos mudos, sus ojos opacos. Ella huye, todos
los días, huye de su verdad, una verdad que congregaría cuchillos en su
vientre, en sus espaldas, cansadas. Ve como saluda al perro del vecino, una mueca
de alegría se dilata en su andar y su paso se hace alto, avanzando hasta donde
ella aguarda, detrás de la ventana, con sus manos aplastadas a ella. Un rumor edificante
vuelca su corazón y se dice para si misma, y se dice para ella, aunque no la
escuche, olvida…olvida. Se espera tormenta en la isla, un tiempo alocado
produciendo más y más desorientación a los que la habitan. La enfermedad y la
oscuridad de una tarde que comienza la enfrenta con su entereza y ella se
sorprende y ella se alegra de poder caminar y ver que desde la ventana con las
manos aplastadas esta ella. ..CONTINUARÁ
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