Andamos en un año nuevo. Un siglo donde la enfermedad y el
desquicio del mundo nos vuelve más usureros en la mirada, en la mano que viste
la verticalidad del otro. Estamos aquí, en una minúscula y apartada atmósfera donde
la llamada de la existencia se aferra a ser pájaro de cierto canto. Venimos de
las raíces liadas de esta tierra…de esta tierra que pisamos sin darnos cuenta
de su dolor, de sus penurias. Estamos distanciados con la fijeza de precipicios
como bocanada de aliento. Nos consumimos en la manera de una danza otorgada por
una enfermedad que no se. Andamos en un año nuevo y divago en lo real y lo no
real. Todo es relativo y me confunde. La luz, esa luz que nos da la vida, entra
por la ventana. Abro persianas, abro puertas, abro mi corazón y me entrego al
color de este día…de este día en la inflexión de las conclusiones. La historia
avanza. Ahora la miramos en el espejo de la inconsciencia. Todo pasará, todo se
estancará en la suplica de la verdad. Andamos en un año nuevo. He entrado en la
habitación de la epidemia, sin protección, dicen que es positivo. No, no hay
miedo. En el ambiente donde me muevo ello no tiene cabida. Posamos en un año donde
con la calma de un mañana nos por mares de esperanza. El, intacto, con la
mirada desviada en los luceros de la noche. De una noche que se va para el
regreso de una nueva.
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