Silencio, él está en silencio. La
isla se desborda en la enfermedad. La isla se desborda en la nada. Y el en
silencio. En su cama agota los últimos requisitos de esta vida, esta vida
consumida por la celeridad de cada instante. El tiempo no se detiene…tic-tac..
tic-tac. La leve luz de la tarde lo baña de malvas y azules y el está en
silencio. Se deja ir por el cansancio de su destino, un destino sombra de un
invierno calmo. Los cristales clavados en la frente muestran el agotamiento, la
sensación de la dejadez. Silencio, él está en silencio. Miramos el mañana sin
darnos cuenta de que todo en las raíces de esta tierra es un momento temporal
para ser hijos de fosas. La fuerza es huida y los ojos se desvían donde el sol
no despierta. Silencio. El está en silencio. Me cubro de un velo donde los
sentidos se hacen sordos y el quejido de la nada viene. Silencio. El está en
silencio. Y vuelo en la necedad de tanto y tanto abandono, campos de cipreses ondeando
en su murmullo. Nos iremos, donde las ciudades son jardines de colores, donde
los cantos son perpetuos, donde el descanso luce cenizas en la oquedad de la
muerte. Silencio. El está en silencio. Se va donde la existencia no tiene
cabida, donde los arroyos fluyes por los riscos de un universo sibilino.
Silencio, él está en silencio…
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