Te
sientas frente ante a la ventana, las persianas blancas están corridas. Tus
ojos hacen un bosquejo de un ayer casi desmemoriado. Te encuentras en un campo
abierto donde los montes rugen a tu canto aislado. No quieres regresar y
regresas cuando el despertar enciende a los mirlos con su voz. Y tu voz se
apaga, no quieres hablar de todo aquello y ya es hora de que seas cadenas rotas
de un pasado infernal. El agobio, el acoso, la desdicha, los abusos, tu
soledad, tu silencio, la muerte de tu entereza para luego resurgir de entre las
mareas violentas hasta la luz del sol de hoy. Dices que vas a pasear o eso
entiendo, bulles en la pena. Una pena que se contrae a medida que las
estaciones fraguan su marcha. Me aproximo a ti, por la espalda y no me ves. No sientes
en esa atmósfera hermética mi mano sobre tus hombros cansados.
Canto
al llanto. Canto a la despedida. No entiendes que los amaneceres son hijos de
una marea de fondo que me apresa con su pesadez, con su desgarro más allá de mi
memoria. Todo pasa. Todo cambia. fríamente miro el atrás. Caracolas lanzando
gemidos. Gaviotas danzando en una rutina aburrida. Se que estás detrás. Apoyas
tu mano sobre mis hombros y te equivocas en su ánimo. Estoy aquí, dándote la
espalda, sentada en una silla frente la ventana. Somos cuenco donde los navíos
naufragados se agarran…se agarran fuertemente en el mañana. La memoria siempre
regresará pero ellos no ¡no¡uhm…hay quien nace en el embeleso de las maravillas
de sus días, hay quien nace en la experiencia aterradora tras su pisada y
hay quien nace ni en lo uno ni en lo
otro. Pero, todo cambia. Estoy lejos…muy lejos…del ayer.
Estamos
en diciembre, en un invierno primaveral, te noto distanciada. Las ojeras de tus
manos me dirigen en senderos de desgana, aunque digas lo contrario. Siempre
mirar de frente, siempre continuar, aunque las tormentas sean latigazos que te
mortifiquen. Cuando cierres la ventana, vuelve a mí. Aquí estoy esperando que
tu manía de afrontar lo inevitable te permita ser mirada de mi mirada. Y la herida,
queda, deambulas desorientada. En las nubes plomizas del despecho. Tu rostro
árido, tus ojos sin lágrimas lo descifran.
Fuera
la venganza.
Fuera
el bochornoso ayer.
Fuera
todos, si, todos.
Fuera
la tierra que me vio morir.
Fuera
las manos olvidadas.
Fuera
todos. La luz del amanecer me magnetiza, corre un flujo de aire y luz que me
equilibra. No estoy triste, los años perdidos en vagas gentes, en la
indiferencia de la vida ya pasaron. Tu detrás de mí. Apoyas tu mano sobre mis
hombres y me siento crecer. Mis sentidos vuelan vertiginosamente en un tremor
en vertical con el aroma de tu cercana. Porque eres cercana. Porque eres mi yo.
Porque eres mis besos. Porque eres mis abrazos y me abrazas. Me gusta que me
abraces, que todas las mañanas de arrimes a mi razón y me anudes al rodar y
rodar de la jornada.
Y
canto a las hogueras de la memoria
Y
canto a tus ojos perdurables
Y
canto como los pájaros en pleno invierno
Y
canto al adiós de las heridas del corazón
Y
canto al regreso de tus manos.
Estás
aquí, con tu invierno particular. Sabes que te quiero. Sabes que tu llanto
pronuncia una ida, una vuelta…una vuelta conmigo. Estás aquí y es invierno.
Tengo la cafetera esperándote…y te espera. Juntas, una frente a otra, nos
beberemos el olor de lo intenso, de lo intenso de nuestro amor. Un amor bello. Ya
el sol trae su alma creciente, un sol que raja todo y anuncia lluvias. La isla
de enfrente se divisa y ello quiere decir que vendrá lluvia. Danzaremos bajo
ella ¿qué te parece? Empaparnos como cuando éramos jóvenes. Sí, jóvenes. Ese espíritu
que nos entrega a la sonoridad de los días. Estás aquí, un invierno, la
despedida…
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