Una densa niebla depreda la noche. La madre es quemada en la soledad. La dejan en esa hoguera donde su carne y huesos será no más que cenizas. Una noche donde los astros hablan del que será, que será de su alma. Y ella contesta, responde con el porte de la certeza. Una densa niebla se alimenta de la noche y el rostro de su hija surge en alguna nebulosa de este universo. Este universo confuso, misterioso, hechizante. Los astros comprenden su que hacer en su eterno recorrido por su cuerpo. Y dejan que su alma sea parte de ellos. Y dejan que su luz azul de pinceladas a la vida de su hija. La madre ha muerto. La queman en un pequeño boceto del nocturno con la densa niebla repica al miedo. Un anciano desolado, solo, se queda ante ella hasta que la hoguera se apague. No teme ya la guerra aberrante, cruel que se extiende ante él. De un momento a otra mientras ella arde en el adiós a este mundo un aullido se escucha, no más, el chispear de su quema y el aullido…el aullido y su quema. Un perro husmea por los alrededores al encuentro de engullirse algo. Un perro flaco y canelo en la desesperada búsqueda de la supervivencia. Así se deriva el largo recorrido de su hija. Una densa niebla golpea la noche. Su cuerpo extinguido no más es un extenso sonido del cosmos. Un sonido que ondea en el crepúsculo de su nuevo nacimiento. Preñada de su inmortalidad es vigía a espalda de su hija. Sabe de sus penalidades, de su miseria en el transcurso de una travesía que la lleva lejos…muy lejos donde la herida no tiene cabida. Se ausenta de ese perro flaco y canelo. No más encuentra ascuas de su ser. El todo es la nada. La nada es el todo. El bombardeo cuando sus cenizas son llevada en la madrugada por la brisa fuerte comienza. Un ruido que hace de los ojos del anciano se cierren en una suplica con algún Dios. De su rostro lágrimas que no se retraen. De su rostro en la media noche pasada danzan los sueños, sueños de un mañana. Tal vez , mañana… Abre los ojos, se mira sus manos estranguladas por la vejez, por el trabajo, por el agotamiento y se las lleva a su cara ¡Uhm¡ no quiere ser el serrucho interminable de los gritos en la oscuridad, de inocentes desvariando sus destino en la duda. Sí, la duda. Y el perro flaco y canelo se le acerca. Estático se acuesta en sus pies en un son lastimero. Tal vez, mañana…Mira su derredor, destrucción y desolación y al fondo el ruido, el ruido. Te lleva sus manos temblorosas a sus orejas. No, no quiere escuchar más dolor. Una bocanada de aire aglutinado de fetidez lo empujan pero con el perro flaco y canelo en sus pies se mantiene quieto, verdadero...CONTINUARÁ
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