Llega la tarde. El sol se esconde
bajo las montañas, se ha ido en una definida atmósfera de lealtad constante. El
viene, ella vine con sus rezos cuando los ojos rajados son sombra del malestar,
de una quieta semblanza de la inquietud, de un insomnio que nos lleva por descocidos
paraderos. El con sus manos y un susurro al sol ido versea una oración que el
solo sabe de su bondad para que ella surja entre las tinieblas de la
existencia. Se siente reconfortada, con eco de la dejadez de sus ideas
influenciadas por un viento agresivo. Llega la tarde, el levanta la mano y la
posa debajo del cuello de ella, en el corazón donde sus latidos arrítmicos toman
conciencia y se vuelven calmos. El cierra los ojos, ella se va con el escudo de
las ánimas apurando la luna. Y es que la noche viene con luna, una luna blanca
amarillenta bosquejando el quejido de la tierra. Mira ese horizonte, ese
horizonte más allá de las mareas. Sabe de un dolor, de una impotencia, del
derrumbe bajo los pies, desnudos, de
todo un ayer, un hoy, un mañana. Ella cierra los ojos y en su palabra con las
entrañas de la tierra tiende su mano a la suplica. Se siente cansada, se siente
como si columnas feroces de púas se clavaran en su espalda. Por un momento mira
hacia atrás, hace memoria del curandero y la negativa a todo mal. Ella recuerda
todos sus movimientos y con una hermosa canción se desprende de todo su yo, de
todas sus fuerzas en la lucha sin armas solo, la conciencia, de que si, de que
todo acabará y volveremos a la belleza de la vida. Llega la tarde. El sol se
esconde bajo las montañas….
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