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El verano de luna redonda, el verano de luna blanca luce secuelas de la vía láctea. Examino su ramificación en el paso de las horas, de los minutos, de los segundos. Un Júpiter intenso con el brillo de la desgana ante la luna blanca, ante la luna redonda se deja acariciar. La marea en su escalada se introduce entre mis muslos. Llega a mi sexo. Mi sexo mojado. Mi sexo quieto en el sonoro crepitar del oleaje. Me introduzco en la reconditez de mis alas bordadas de hilos lánguidos, débiles y miro ese querer, esos quereres que han esculpe la negación de un beso afincado en la lejanía. Sin embargo, estoy aquí, en un presente donde todo estalla, donde una estrella fugaz me dice de mis pasado por mi cuello desnudo. Mi tez esculpe lágrimas. Mi tez esculpe la huída. Mi tez esculpe el adiós. Mi tez esculpe lo prohibido. Mi tez esculpe el deseo. Mi tez amores. Limitada en mi atracción he sido margina orilla donde encalla los sueños. Pero sueño, en secreto…sueño. La absoluta lucidez de mis singladuras me lleva siempre al mismo encuentro, aquí, donde las mareas mojan mis muslos. Y mis alas crecen y crecen. Y mis alas cantan y cantan. Y mis alas vuelan y vuelan en nombre de las sibilinas danzas del mañana. Inscribo su nombre en un espacio estelar donde la nada calla, donde los ecos insonoros de mi queja se vuelven potente muralla. Hermética. Saboreando el vacío y una marea que sube y sube ralentizada cuando me detengo y la miro. La miro y me mira. Me mira y la miro. Duerme…duerme querida mía en las caminos que aún me quedan por recorrer. Duerme…duerme querida mía en el firmamentos que tendremos que admirar embelesadamente cuando las olas rompen. Duerme…duerme quería mía, las gaviotas callan y vuelo se hace en las espirales eternas de una espera. Duerme…Duerme quería mía, ya estoy aquí, besando tus parpados cuando la luna redonda, cuando la luna blanca acuesta los corazones benevolentes. Oh Nicolasa, inyéctame algo de fuerza para continuar en las esperanzas de quererla, de que quiera. Oh Sor Ana, tú con tus oraciones has de mi alma un monte fornido de arboledas y hierbas donde los corazones corran libres…libres. Oh, Miguel Huerta has mi mirada un cruce de hierro para cuando los barcos de la bahía pasen me abracen en un saludo de su llegada. Oh Manuel, no me defraudes, no me embistas contra el rompeolas de sus ojos. Uhm, pausadamente la mar me conversa, me dice de mi soledad. Una soledad inclinada en el aislamiento certero, preciso de mis ganas. Un cierto aire me trae nuevos olores, nuevas ilusiones que me cierran en un jardín de caracolas y algas. La balada se hace maravillosa, de una belleza indescriptible, imperfecta. Somos imperfectos. Somos el ritmo de la madre tierra. Somos el sonar de los llantos de los que se van. Somos la sostenibilidad de la inmensidad de las mareas. Y te digo, amada mía, quiéreme. Y me dices, amada mía, quiéreme. Un círculo donde alberga la verticalidad de los corazones bondadosos, honestos con las raíces de las profundidades de la tierra...CONTINUARÁ
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