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Uhm,
mis rodillas, caen con la levedad de la brisa de la madrugada. El agua cubre
mis pechos y son elevados a la superficie. La marea sube y sube y la luna redonda
y la luna blanca es balada del nocturno. La vía láctea se inmiscuye en un
diminuto halo. Somos pequeños, somos pizca de cenizas provenientes de un cosmos
por conocer. Nuestras vidas ambulan ante la serenata de las estrellas como hijas
de ellas, como hijas del polvo cósmico que insuflan en nuestro vientre. El frío
me amenaza y yo con la agarrada templanza continuo con mis ojos más allá de lo
infinito, de lo inacabable….de lo inalcanzable. Soy yo. Yo soy mujer de las
tonadas arrastradas hasta a la orilla por las caracolas con el sollozar tembloroso
de alguna pena, de alguna desgana. Escucho una explosión, cuerpo destrozado el
de Miguel Huerta, cuerpo en añicos por ser hombre de paz. Me yerto y la mar aun
llegando a mis rodillas viene lenta, viene con el perfume de las alas del mañana
¿Y qué es de ese mañana? Un torreón donde avistamos cada latido de la compañía,
de una soledad ausente ¡Ausente¡ Uhm quiero una soledad ausente...me yerto en
el sueño y vuelo alto, sin el vértigo, sin la autocompasión, sin los latigazos
de mis maneras. Piso firme, atrapada en la verdad, en mi verdad . Qué más da mi
verdad, flores nuevas agotando mis manos en la caricia de tu caricia, en el
calor de tu calor, en el beso de tu beso y nada más. Nada más Nicolasa, no
quiero ser como tu querida Nicolasa. También hay que recibir Nicolasa. Nicolasa
la de olor a tabaco. Nicolasa la de olor a abandono. Nicolasa la de olor a
alcohol. Que venga….que venga Sor Anna
con sus rezos particulares y me de la suerte. No, Nicolasa no quiero inscribir
mi tumba en el anonimato, en el descuido, en el olvido, en el aislamiento. Me
arrodillo de nuevo y dejo que mis pechos floten. Es una parte de mí, es una
forma de mi cuerpo. Mis pechos flácidos,
estriados, desmemoriados. Solo falta amor. Sí , amor, querido Miguel Huerta, querida
Nicolasa, querida Sor Ana. Y la marea viene mi y la luna redonda y la luna
blanca me dice que ya vendrá la calma en sobre el peso de mi espalda. Ahora,
con mi dedo, dibujo el rastro de las gaviotas que se acercan a la orilla,
dibujo el rastro de las pardelas que pueblan esta playa, dibujo los gritos de
estas como el llanto del ahogado, como la agonía de los mares...CONTINURÁ
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