1
El
agujero está ahí. Un agujero en medio de playa donde las olas se revuelcan en
la arena. La jornada cae con la inmensa
inquietud de las almas desaparecidas, idas tras el violentado vacío. Yo aquí,
el agujero ahí. De inmediato cuando el sol iba perdiéndose en el suicidio de la
tarde me acerqué a él. Un agujero en medio de la soledad de una playa callada
de existencia, de una playa extensa en sus secretos, en sus recuerdos. Y es que
la playa tiene memoria aunque el oleaje bruto borre las pisadas de los que han
estado. Agosto se agolpa sobre mis hombros, una humedad perceptible amputa mis
ganas de seguir andando. Me quedo quieta, ante el agujero. Miro su interior como si se tratara las
entrañas de los pensamientos, de las estaciones pasadas de año en año. Es
profundo. Lo saludo y no sé porqué, una sensación del ayer invade mis carnes.
La luz de un faro indetenible en el tiempo es más pronunciada, la noche vaga
con la suavidad de la arena , con la timidez de un verano. La luna llena
esbozando su imperfecto blanco viene. La luna redonda con la belleza de su
observación produce el influjo de ganas de seguir ante este agujero. Este
agujero en la playa. Más allá, en la avenida, se despliega la gente alumbrados
por farolas que los llevan a una noche que roza la perfección. Las estrellas se
emancipan ante tanta claridad, una luz nacida de la polución. Yo aquí, el
agujero ahí y la noche diciendo del silbo de la marea baja. Calla la mar solo, el
bocinazo de una ciudad, de una isla aun despierta ¡ Ah, la noche¡ tonada de
ballenas se mezclan con lo infinito del universo. Tonada de ballenas esbozan
una sonrisa en mi rostro. En mi rostro seco. En mi rostro agrietado. En mi
rostro lastimado ¡Ah, la noche¡ Mi mente remonta más allá de este presente y me
encuentro con el pasado. La marea está baja, está muda. Tonada de ballenas
danzando al son de la luna, de la luna blanca, de la luna redonda, la luna imperfecta…Suspiro. Mis pies se
duermen ante lo frío de la arena. Bailo y bailo, nadie me ve. La imaginación se
enquista en mis deseos y sueño. Sí, sueño despierta con mis ojos idos, con mis
ojos orbitando la nada del firmamento, con mis ojos despejados del ahora e inmiscuido en las
vivencias de épocas desvanecidas.
2
La
luna mece las olas. La luna llama se baña en la noche cuando Nicolasa sale de
la quejadumbre de su techo. Ahí está, al encuentro de un enfermo que necesite
de su verticalidad, de sus manos. Manos conversadoras con las almas idas. Manos
arrugadas donde el peso de los años y la miseria se inmiscuyen en su entereza
para sanar. Nicolasa recorre el puerto
con la brisa de un verano de los años cincuenta. Un verano como tantos otros
encajados a las secuelas de la posguerra y la represión. Pero ella va. La
observo desde esta playa donde el agujero se hace cada vez más hondo. La avenida calla y la madrugada es historia
de su vida. Ella, sin temor va con las prisas de un sudor arrastrando su
frente, caminando por su espalda. Auxilia a una esas víctimas de una isla
gobernada por la pobreza ¡Ah Nicolasa¡ Ante el enfermo te encuentras y tus ojos
justo se adentra donde el mal prospera. Y tus ojos justos rajan donde ese mal
se ciñe. Aquí estoy. Dejadme, dejadme liar mi cigarrillo. Sobrevivirá. En tu interior
se crea un mundo de certeza, de confianza. Lo miras. Lo examinas con tu cigarrillo
apretado entre tus labios y tus manos. Tus manos arrugadas, tus manos
conversadoras con las almas idas dan aliento a la existencia. Sientes su pulso
cuando la noche se adentra en la madrugada. Sientes sus ojos cuando la noche
llama a los perros. Ladridos en la oscuridad. La luna se ha ido. Unas gatas en
celo y el desorden de la nada. Vivirá, tu voz resuena en esas paredes manchadas
de dejadez, de ojos cerrados en la derrota de los sueños. Solo la
supervivencia, solo el amor. Nicolasa grata ante tanta penosa vida se marcha…se
marcha con su cigarrillo entre dientes. Un halito de vivencias surca en
imágenes cada trozo de mi. Un halito de una mujer con los años a cuesta me encuentra,
aquí, en la orilla ante el agujero. Hola Nicolasa, gracias, solo digo. Nicolasa
se funde en una mirada bella, en una mirada que va más allá de esta playa. Se
vuelve hacía el océano y desteñida de tanta tristeza se adentra con su
cigarrillo entre dientes en un oleaje inexistente. Desaparece con el canto de
las ballenas. Desaparece con el canto de las caracolas enredada en algas y
deseos. Adiós Nicolasa, gracias , solo digo…
3
¡Uhm
Nicolasa¡ Por allí viene Sor Ana ¡Ay Sor Ana¡ Esperas que la noche se entregue
en los sueños de tus compañeras para salir del convento. Dejas tus ropas cuando
el siglo tañe el 1800 en la arena y desnuda ves lo que no eres, ves un mundo
lleno de puertas donde tu piel abraza el rumor del oleaje, donde tus sentidos
se mezclan con la espumas. Miras al cielo, una luna redonda, una luna blanca y
quedas preñada de los astros que le acompañan y te sientes tu, y te sientes
libre, y te sientes en la verticalidad de tus deseos. Tu vientre se hincha das
nacimiento a nuevas estrellas desconocidas, a nuevos deseos, a nuevas ganas se de ser mujer que se tiende
en la brisa que corre ¡Ah sor Ana¡ el océano y tu…tu y el océano. Y nadie te
ve. Y nadie te extrañas. Mala cosa si te descubrieran. Caerías en los calabozos
del vacío así, desnuda. Dejarían que la humedad te arrebatará la vida, tu vida
alegre cuando nadie te ve. Respiras y eres pez que se mezcla con ballenas, con
la oscuridad de un mar que no dice nada. Solo, te deja. Sor Ana vuelves a la
orilla, te tiendes en una noche verano bañada de complicidad como la madre
naturaleza y eres tú y te sientes libre. Miras tu roja ahí, acostada en la
arena y sonríes. Con tus ojos recorres la inmensidad de esta playa de una
orilla a otra orilla ¡Uhm Nicolasa¡ Sor Ana se viste tras estar seca. Dime…dime
Sor Ana que será de ti cuando abran tu misterios. Te es igual. Abrazas con
intuición y soberanía tus pisos. Sabes que las noche de luna son memoria de ti.
Sabes que las noches de lunas ciegan y hace sorda a la isla. Sabes que las
noches de luna hipnotizan con cierto aroma los sentidos del odio. Sor Simona
retornas a tu convento, a tu techo. Vas
tras hacer el amor con la marea. Vas tras acariciar la arena. Vas tras besar la
luna. Vas tras el nacimiento de nuevos astros. Astros que te guían en tus huellas
borradas hasta ese edificio hermético. El
agujero parece estrecharse, son las promesas de un ayer callado, de un ayer
dibujando fragmentos de un hoy. Un hoy de luna hermosa. Un hoy de luna
bonancible. Un hoy donde las secuelas benevolentes de la isla me vienen a la
memoria. Miro más allá de la barra, la isla de enfrente aun anda despierta.
Lucecitas juegan con la noche. Lucecitas traen el agradable sabor de islas de
los volcanes.
4
La
marea viene lenta, sube hasta ser océano condensado en el agujero. La marea es
invisibilidad el agujero. Yo aquí, en la madrugada. La avenida toma una postura
callada y solo converso con un telón de llovizna que cae sobre mis hombros, que
resbala en mi espalda y se expande en mis muslos. Siento una cierta humedad
pegajosa que brinda un verano cada vez más tropical. La tierra se desencadena
en cambio, en una metamorfosis de cual nacerá nuevos vientos, nuevos climas
provenientes de un sur….de sur. La marea viene a mí despacito, la marea me dice
del rumor de los sufrimientos, de lo insonoro que somos con nuestro mañana.
Miro al cielo, la luna redonda, la luna blanca tiene cortinas traslúcidas.
Todavía queda algo de ella. Las nubes plomizas pasan con la celeridad de un
viento casi estático. Mi rostro empapado cierra ojos y respira del jadeo de las
olas. Una fachada de melancolía me enclava aquí, en estos momentos donde el
batir de mis alas mojadas son mudez. Mis ganas se rocían de dejadez e inerte
permanezco ante esta marea que sube. El agua llega a mis tobillos, en este
momento me desoriento en donde está el agujero. El agujero, somos hueco de
sensaciones que pasan a lo largo de nuestras vidas. Somos cimbrar a cada
acontecimiento brillante a nuestro derredor con la conquista del olvido. El
olvido de las lágrimas. El olvido de las penalidades. El olvido de las heridas
aunque, las cicatrices queden. Y quedan, las secuelas quedan en nuestra
reconditez a pesar del paso de los días, de las semanas, de los meses, de los
años. El olvido nos vuelve ariscos con ella pero, sucumbimos ante las
nuevas existencias que nos da nuestro
camino hasta la muerte…hasta la muerte. La marea llega a mis rodillas, estática
soy hija de los sonoros quejidos de las ballenas. Un quejido de lamento ante la
muerte que se les acerca ¡Luchemos¡ Vivamos en la paz y la libertad de los
seres vivos, todos hasta que el sol culmine nuestros días, hasta que el amor
venza las navajas frente tu espalda. La
memoria , en una esquina luce sus vestidos negros. La memoria, en una esquina
luce sus vestidos blancos. La memoria, en una esquina luce un arco de colores
que pueblan nuestra cotidianiedad…
5
Miguel
el Huerta llega bajo su techo. Se yerta ante su jardín de frutales, de flores y
bajo un limonero cavila en los sucesos de lo cotidiano. El muelle se embiste
tierra adentro con el paso de los años. Desde su azotea admira la mar de una
playa que se va nutriendo de turistas pioneros, de una ciudad tomando sus
pilares en esta zona marítima. Observa cómo se muere el istmo de la isla…la
isla. Sin embargo, recoge su mirada y se retira donde el limonero le da sombra.
Piensa, somos islas cavando el agujero de nuestro mañana…de nuestro mañana. Me
detengo y en esta pausa indago en los pensamientos de Miguel el Huerta amante
de la tierra. Ha llegado de su trabajo allá, en el muelle, un muelle que se expansiona
que se enriquece en sus pisadas más toscas. Y viene la escalada económica. Y
viene la derrota del paisaje. Un impacto ambiental irrecuperable, irreversible.
Y Miguel el Huerta piensa esas cosas. Ve más allá de la playa, del muelle que crece y crece. Hoy a dejado el
ultimo retoque para una película que se rueda en la isla, una película de
grandes dimensiones. Una ballena enfrentada a la fe ciega del humano. Una ballena
arrancando el sentido de nuestro aliento. Miguel el Huerta queda satisfecho.
Baja hasta la playa la noche de luna blanca, de luna redonda lo acoge y lo
abraza y el siente como esa figura inanimada toma vida. Pasea por la arena
donde el flujo de la arena gélida se incrusta en sus huesos y le gusta y lo
agradece y lo ampara. La guerra ya ha
pasado pero aun las venganzas quedan. Hay que andar despiertos, con la boca
cerrada pues las paredes escuchan, pues las paredes se chivan. Miguel huerta
retorna a su casa, bajo su limonero en el patio, bajo la luna blanca, bajo la
luna redonda. La marea es serenata que le tiende la mano. La marea es rumor de
su mañana. No vivirás mucho Miguel…no vivirás mucho. Los murmullos caen en tu
verticalidad. Los murmullos soplan viento de pozos negros. Los murmullos se
escurren en cada pisada distraída. Los murmullos tomarán tu vida y será solo un
amasijo de huesos y carnes extendidas en la nada. Suenan las profundidades de
la luna, de la luna redonda, de la luna blanca, de la belleza imperfecta de
unas manos que se pierde …que se pierde. Fijo mis ojos a un punto de luz
parpadeante y aquel ser inanimado de las manos de Miguel el Huerta surge como
hija del océano. Su quejido se entrega a su dolor, su dolor se entrega al ritmo
cierto de otras ballenas. Le hacen un hueco al encuentro de la libertad, en un
pedazo de santuario donde nadie puede pasar solo el rumor de la marea. Y
Nicolasa intenta salvar a Miguel el Huerta y Sor Anna emite una plegaria
repetitiva. Miguel el Huerta se ha ido. Corre una brisa, siento un peso
metálico sobre mis hombros. Me consumo en el ayer. Rondo los ojos muertos de
Miguel Huerta. Rondo las manos temblorosas de Nicolasa. Rondo las plegarias
sollozantes de Sor Anna.
6
Uhm,
mis rodillas, caen con la levedad de la brisa de la madrugada. El agua cubre
mis pechos y son elevados a la superficie. La marea sube y sube y la luna
redonda y la luna blanca es balada del nocturno. La vía láctea se inmiscuye en
un diminuto halo. Somos pequeños, somos pizca de cenizas provenientes de un
cosmos por conocer. Nuestras vidas ambulan ante la serenata de las estrellas
como hijas de ellas, como hijas del polvo cósmico que insuflan en nuestro
vientre. El frío me amenaza y yo con la agarrada templanza continuo con mis
ojos más allá de lo infinito, de lo inacabable….de lo inalcanzable. Soy yo. Yo
soy mujer de las tonadas arrastradas hasta a la orilla por las caracolas con el
sollozar tembloroso de alguna pena, de alguna desgana. Escucho una explosión,
cuerpo destrozado el de Miguel Huerta, cuerpo en añicos por ser hombre de paz.
Me yerto y la mar aun llegando a mis rodillas viene lenta, viene con el perfume
de las alas del mañana ¿Y qué es de ese mañana? Un torreón donde avistamos cada
latido de la compañía, de una soledad ausente ¡Ausente¡ Uhm quiero una soledad
ausente...me yerto en el sueño y vuelo alto, sin el vértigo, sin la
autocompasión, sin los latigazos de mis maneras. Piso firme, atrapada en la
verdad, en mi verdad . Qué más da mi verdad, flores nuevas agotando mis manos
en la caricia de tu caricia, en el calor de tu calor, en el beso de tu beso y
nada más. Nada más Nicolasa, no quiero ser como tu querida Nicolasa. También
hay que recibir Nicolasa. Nicolasa la de olor a tabaco. Nicolasa la de olor a
abandono. Nicolasa la de olor a alcohol. Que venga….que venga Sor Anna con sus rezos particulares y me de la
suerte. No, Nicolasa no quiero inscribir mi tumba en el anonimato, en el
descuido, en el olvido, en el aislamiento. Me arrodillo de nuevo y dejo que mis
pechos floten. Es una parte de mí, es una forma de mi cuerpo. Mis pechos flácidos, estriados,
desmemoriados. Solo falta amor. Sí , amor, querido Miguel Huerta, querida
Nicolasa, querida Sor Ana. Y la marea viene mi y la luna redonda y la luna
blanca me dice que ya vendrá la calma en sobre el peso de mi espalda. Ahora,
con mi dedo, dibujo el rastro de las gaviotas que se acercan a la orilla,
dibujo el rastro de las pardelas que pueblan esta playa, dibujo los gritos de
estas como el llanto del ahogado, como la agonía de los mares.
7
¡Oh
Manuel¡ te arrimas a las esferas desconocidas del mundo. El hambre está tras tu
puerta y vas en busca de la riqueza, de aquello donde puedan levantar pilares
tú y los tuyos. El barco es pequeño, el barco está hacinado de gentes al
encuentro de sus sueños en otras tierras. El silencio penoso de la despedida se
extiende en pañuelos blancos alzados al son la brisa Uhm, Manuel, vas sin
camisa solo con unos pantalones de festivos y unas alpargatas de tus deseos. Te despides con la mano en el pecho, con el
brazo forzándose en entereza para que no vean tus lágrimas….tus lágrimas.
Viajas a lo desconocido. Viajas por un mar oculto en sus impulsos para agarrar
a su víctima. Viajas a unas tierras poblada de virginidad en su frondosa
naturaleza. Viajas con la inquietud, con los nervios que será de tu vida, que
será de tu esposa e hijos que dejas. Y prometes que tan pronto llegues
recibirán noticias tuyas ¡Ah querida¡ ¡Ah queridos¡ La travesía ha sido larga y
ardua, una tempestad nos atrapó cerca de la costa unos se ahogaron lanzados de
la cubierta por el violento oleaje a la mar otros, como yo, apretado a un
mástil sobrevivimos ¡Ah querida¡ ¡Ah queridos hijos¡ Llegué a esta tierra de
nadie con la sonoridad del silencio entre nosotros, exhaustos, fatigados,
lánguidos, trenzados en una tristeza por aquellos muertos, trenzados en un
bochorno pensando en nuestros seres amados ahora, lejos. Estoy bien ¡Ah
querida¡ ¡Ah querido hijos ¡ pero la
desmemoria viene, la economía se levanta y te enamoras de una cantante
Uhm Manuel no quieres mirar el océano, ese mar ahora donde estoy con el agua
por mis muslos. La marea viva sube y sube, paulatinamente, con la lentitud de
las horas. La luna redonda, la luna blanca te mencionan y cuenta que caíste
ciego de amor. Un amor que te llevó al desvarío cuando ella no asumió tu pasión
¡Oh Manuel¡ todas las noches al teatro de esa Argentina. Creíste en tu
fatalidad. Creíste en la muerte. Creíste en tus seres queridos que acá en la
isla te esperaban. La letalidad de tu
atracción dio un vuelco a tu corazón ¡Uhm desgraciado Manuel¡ Y te sentiste
desdichado. Y te sentiste diminuto en un Universo que te decía regresa…regresa.
Las olas arrugadas con su pisada leve me avisa de tu próxima llegada. Te vas y
te alejas de todo ese mal al derredor de tu entereza rajada. Otra vez los
vientos. Otra vez las mareas. Otra vez el camino, de vuelta a casa. Con los
hombros bajos te presentaste en la isla. Con los hombros dañados fuiste acogido
por tu querida esposa, por tus queridos hijos. Manuel, fuiste aire que no
respiramos. Manuel , fuiste solo un gas que expandió el dolor a la isla. Y aquí
te aferraste. Y aquí te encogiste con el desorden de tu viaje, con el caos de
la trampa. Miraste el firmamento, un firmamento en el halo de una luna redonda,
de una luna blanca donde rompen las olas. Un quejido rebosante se incrusto a tu
pulso. El pulso de la derrota. El pulso del fracaso. El pulso del remordimiento
¡Ah querida¡ ¡Ah querido hijos¡ y te perdonaron. Y te quisieron de nuevo. El
destino es un pedazo de cielo donde la nada ronda, donde el vacío nos hace
hueco en pozos desconocidos, un túnel sin luz y las sombras de los malos
pisadas nos acosan de manera imperceptible solo, cuando hay pena…mucha pena.
Estática, observo los ángeles de los océanos, existencia poblando la oscuridad
de las profundidades, existencias rememorando los huellas migratorias de un
pasado, de un presente, de un mañana. Un cayucoo , no lejos de mí, viene a la deriva y la sustanciosa lealtad de los sueños.
Un cayuco , donde gente como tu Manuel van al encuentro de algo mejor. Una
huída de la miseria sin saber lo que se esconde bajo el telón del océano. Y
Nicolasa te mira con un deje de dolor. Y sor Ana siempre en su oración , en su
fe viene a darte la mano Manuel. Y Miguel Huerta es oxigeno en tu memoria.
8
El verano de luna redonda, el verano de luna
blanca luce secuelas de la vía láctea. Examino su ramificación en el paso de
las horas, de los minutos, de los segundos. Un Júpiter intenso con el brillo de
la desgana ante la luna blanca, ante la luna redonda se deja acariciar. La
marea en su escalada se introduce entre mis muslos. Llega a mi sexo. Mi sexo
mojado. Mi sexo quieto en el sonoro crepitar del oleaje. Me introduzco en la
reconditez de mis alas bordadas de hilos lánguidos, débiles y miro ese querer,
esos quereres que han pasado por mi cuello desnudo. Mi tez esculpe lágrimas. Mi
tez esculpe la huída. Mi tez esculpe el adiós. Mi tez esculpe lo prohibido. Mi
tez esculpe el deseo. Mi tez esculpe la negación de un beso afincado en la
lejanía. Sin embargo, estoy aquí, en un presente donde todo estalla, donde una
estrella fugaz me dice de mis amores. Limitada en mi atracción he sido margina
orilla donde encalla los sueños. Pero sueño, en secreto…sueño. La absoluta
lucidez de mis singladuras me lleva siempre al mismo encuentro, aquí, donde las
mareas mojan mis muslos. Y mis alas
crecen y crecen. Y mis alas cantan y cantan. Y mis alas vuelan y vuelan en
nombre de las sibilinas danzas del mañana. Inscribo su nombre en un espacio
estelar donde la nada calla, donde los ecos insonoros de mi queja se vuelven
potente muralla. Hermética. Saboreando el vacío y una marea que sube y sube
ralentizada cuando me detengo y la miro. La miro y me mira. Me mira y la miro.
Duerme…duerme querida mía en las caminos que aún me quedan por recorrer.
Duerme…duerme querida mía en el firmamentos que tendremos que admirar
embelesadamente cuando las olas rompen. Duerme…duerme quería mía, las gaviotas
callan y vuelo se hace en las espirales
eternas de una espera. Duerme…Duerme quería mía, ya estoy aquí, besando tus
parpados cuando la luna redonda, cuando la luna blanca acuesta los corazones
benevolentes. Oh Nicolasa, inyéctame algo de fuerza para continuar en las
esperanzas de quererla, de que quiera. Oh Sor Ana, tú con tus oraciones has de
mi alma un monte fornido de arboledas y hierbas donde los corazones corran
libres…libres. Oh, Miguel Huerta has mi mirada un cruce de hierro para cuando
los barcos de la bahía pasen me abracen en un saludo de su llegada. Oh Manuel,
no me defraudes, no me embistas contra el rompeolas de sus ojos. Uhm,
pausadamente la mar me conversa, me dice de mi soledad. Una soledad inclinada
en el aislamiento certero, preciso de mis ganas. Un cierto aire me trae nuevos
olores, nuevas ilusiones que me cierran en un jardín de caracolas y algas. La
balada se hace maravillosa, de una belleza indescriptible, imperfecta. Somos
imperfectos. Somos el ritmo de la madre
tierra. Somos el sonar de los llantos de los que se van. Somos la
sostenibilidad de la inmensidad de las mareas. Y te digo, amada mía, quiéreme.
Y me dices, amada mía, quiéreme. Un círculo donde alberga la verticalidad de los
corazones bondadosos, honestos con las raíces de las profundidades de la
tierra.
9
Eduardo se decolora. Eduardo se cae por los
riscos de una conciencia dirigida por un Dios que no atiende. Eduardo juraste
tu compromiso frente a una cruz, ahora , fuente del amor quieres huir. Eduardo
los ángeles del viento norte te ayudan, la ves con su rostro marmóreo, con su
indumentaria , con el sepulcro aferrado al sacrificio empujando hacia las alas
de la libertad, las alas que cantan cuando tus ojos , sus ojos son vuelo
unísono. Eduardo, sor Agnes viene a ti. Os miráis. Tu cura, ella monja. Un
sabor fuerte de luna redonda, de luna blanca ejerce una atracción tal que
vuestros movimientos os lleva al adiós de ese Dios, de ese crucifijo colgado en
vuestro descanso ¡Uhm el amor¡ Eduardo y Agnes proclaman la huída donde los
hábitos son olvido en la colisión de vuestro corazones, de vuestro destino. Sin
prisas, con la lentitud de las jornadas os amáis. Qué más da los murmullos. Qué
más los frentes de ideas que tendréis que paliar. Agnes ante la sorpresa se
envuelve en un turbante de felicidad, te quiere Eduardo. uTú sin más, la
quieres. Vuestro sino no es el sacrificio ante ese Dios, ante esas murallas que
se increpa vuestro sendero ¡Qué buen amor¡ Abandonáis vuestro habito con la fe
de que ese Dios os protege, que ese Dios os ama, que ese Dios ampara vuestras
pisadas, juntas, labio a labio con el curso de los años hasta la muerte. Una
sociedad moribunda cae sobre vuestros hombros. Y es verdad que se hace pesada
pero vosotros en la condición de ser, sois el resonar de la realidad. Una realidad que convoca el agujero del
tiempo. No sabemos de nuestras vidas hasta que el presente presta su aliento,
su fragancia en lo que puede ser y es. Nada es estático, todo se mueve como la
marea…sube y baja…baja y sube. No estamos designados a seguir una ruta continua
en lo referente a nuestra reconditez, a nuestras sombras. Las estaciones dirán.
Dirán de ese mañana que se nos presta impregnado de nuevas sensaciones, de
amanecidas inquietudes. Estáis en el rincón del amor. Las voces se
estrujan tras vuestras espaldas pero,
seguros, confiados en la confianza del corazón, de la razón sois verticales a
cualquier tormenta ¡Uhm¡ la luna blanca, la luna redonda. Y sor Ana le hace gracia. Y Nicolasa responde
con el impulso del vivir. Y Manuel os desea suerte en la turbulenta travesía. Y
Miguel Huerta se acuesta con deseo de vuestra fortaleza. Y la marea por un
instante se detiene en mi estómago, es hora de bajar , es hora que el canto de
las ballenas callen. Y es hora del silencio donde Eduardo el cura y sor Agnes
son enlace a la edificación de sus sueños. Ahí, lejos de la isla, en Granada.
Una escuela donde la cultura y el pensamiento ronde la libertad, la esperanza
¡Uhm¡ la madrugada…Horas que amo en la lúcida noche de luna blanca, de luna
redonda….
10
¡Uhm¡….la
marea comienza su andar en bajada. Las algas se lían a mi cintura y me da
cierto escalofrío. Como decir, un repudio donde la naturaleza vence.
Estática soy hija de la luna redonda, de
la luna blanca. Un atragantamiento de ilusiones se fortalece en mi imaginación,
en estos pensamientos míos donde por horas…tic-tac, tic-tac…veré de nuevo el
agujero. Pongo la mano en mi pecho, donde el corazón late en la incertidumbre
de lo que está por venir. Tal vez, mañana. Quizás , nunca. Sola, con las
calladas sonrisa de una cosquilla estimulo mi fuerza y me dirijo a ella. La
pienso. Sí, es cierto. La admiro. Sí, es cierto. Embriagarme en su cuello. Embriagarme
en sus manos. Ser posesiva de sus labios, de sus ojos con el aroma de la
libertad, es condición. Es condición toda humano ser aliento en el vuelo libre,
en el vuelo que se expande hacia la otra persona, vaya donde vaya. Un amor que
consolida en la condición de cada sueño poblado de deseos, de emotivo gozo para
ser perpetuo. Las algas se lían y lían, como cuerda que desea censurar mi
postura. Yo me integro y las dejo con el ritmo del oleaje. Un oleaje que me lleva mar adentro. Amor de lo prohibido no
conozco. Amor de la desesperanza no conozco. Amor en la levedad de las pisadas
tras nuestro destino. No sabemos lo que pasará dentro de unos segundos, de unos
minutos, de unas horas. Giramos y giramos entorno a los agujeros del tiempo que
nos llevan a distintas mundos de la vida. Yo aquí, enredada de algas. Ella,
ahí, con sus metas fieles a las vivencias. Miro este mundo, este mundo viejo y
apagado. Miro este mundo, este mundo enfermo y jocoso. Con la resaca de un descuido,
un descuido con malas generaciones para la supervivencia. La miro a ella, en mi
mente se figura sus rostro como hechizo indómito en mis cavilaciones. El querer
desvestido. El querer de la complicidad. El querer bajo un telón alborotado de
emociones. No tengo ganas de gritarlo. No hayo la necesidad de que mi voz se
entregue al resto de una sociedad. Aquí, con la luna blanca, con la luna
redonda doy cobijo a mi amante. Aquí, con la marea bajando, con el faro guiñándome
su belleza, su callar me recojo en mis sentidos. Flores en el jardín he traído
para ti, flores nuevas que harán de nuestro amor la imperfección de las almas,
de los cuerpos tendidos en la calma. Una flauta suena con el rumor del océano, alguien
perdido en la avenida, con las horas vencidas toca un conocida canción, sencilla
pero al tiempo con la intensidad u el tacto de lo perfecto siendo las horas que
son. Las algas hacen una danza sinusoidal y respetiva, vienen y van…van y
vienen en la condición de ida, cuando vuelva a observar el agujero. Las algas ,
estos filigranas moradas me dejan, ahora en la transparencia puedo ver peces
alrededor del agujero. Sigue ahí, ¡Uhm¡ me doy cuenta de mis años, pero no es
reflejo de mi espíritu. Aun el agotamiento no brota en mis espaldas, en mis
hombros. En vertical capturo la antesala del mañana. La barra ya se divisa en
el reflejo de mis ojos. Una barra que un futuro será arrastrada por la erosión
e desintegración. Veo esta playa con un oleaje indomable, imparable, gigantesco
en su brutalidad. Y no me conformo con ese mañana. Y no conformo con esa
destrucción. Y no me conformo con esos cambios drásticos. Me fijo en el agujero, este agujero que será
su tumba. Neblinas de remordimientos poblaran nuestras mentes, contaremos como
se cuenta un cuenta como era en el hoy para aquellos que vienen en los años, en
los años que se acercan acompañados de las sirenas del buques. Una nieve de
gaviotas recurren de nuevo a la arena, la arena mojada con sus posos de
charcos. Picotean en los restos que ha dejado la marea alta, tranquilas,
con la monotonía de todas los nocturno.
11
Mis
pisadas se vuelven en el retorno, la luna blanca, la luna redonda va siendo
absorbida por el amanecer. Una brisa tenue roza mi tez. El agujero engendran
vidas del ayer. Adiós Nicolasa, adiós querida Ana, adiós Manuel y el etc de
cada vida pasada respirando esta playa, este agujero, esta isla. La memoria se queda,
con los vivos colores del recuerdo, de los años que han pasado tras mi espalda.
Adoro la profundidad de la charla con estas gentes idas. La belleza pintada en
el hoy limpia el sufrimiento del ayer. Yo y el agujero. Me despido después de
haber cumplido con el rito de la existencia. En la venida ya se ve transeúntes en
lo cotidiano. Con silencio me arrimo a ellos, descalza. Sigo el rumbo de los
adoquines escalando hasta mi casa. Una casa desajustada, con la soledad de sus
ecos, con la balada de la nada.
FINAL
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