martes, agosto 24, 2021

EL AGUJERO(NARRATIVA)

 

 

 


1

El agujero está ahí. Un agujero en medio de playa donde las olas se revuelcan en la arena.  La jornada cae con la inmensa inquietud de las almas desaparecidas, idas tras el violentado vacío. Yo aquí, el agujero ahí. De inmediato cuando el sol iba perdiéndose en el suicidio de la tarde me acerqué a él. Un agujero en medio de la soledad de una playa callada de existencia, de una playa extensa en sus secretos, en sus recuerdos. Y es que la playa tiene memoria aunque el oleaje bruto borre las pisadas de los que han estado. Agosto se agolpa sobre mis hombros, una humedad perceptible amputa mis ganas de seguir andando. Me quedo quieta, ante el agujero.  Miro su interior como si se tratara las entrañas de los pensamientos, de las estaciones pasadas de año en año. Es profundo. Lo saludo y no sé porqué, una sensación del ayer invade mis carnes. La luz de un faro indetenible en el tiempo es más pronunciada, la noche vaga con la suavidad de la arena , con la timidez de un verano. La luna llena esbozando su imperfecto blanco viene. La luna redonda con la belleza de su observación produce el influjo de ganas de seguir ante este agujero. Este agujero en la playa. Más allá, en la avenida, se despliega la gente alumbrados por farolas que los llevan a una noche que roza la perfección. Las estrellas se emancipan ante tanta claridad, una luz nacida de la polución. Yo aquí, el agujero ahí y la noche diciendo del silbo de la marea baja. Calla la mar solo, el bocinazo de una ciudad, de una isla aun despierta ¡ Ah, la noche¡ tonada de ballenas se mezclan con lo infinito del universo. Tonada de ballenas esbozan una sonrisa en mi rostro. En mi rostro seco. En mi rostro agrietado. En mi rostro lastimado ¡Ah, la noche¡ Mi mente remonta más allá de este presente y me encuentro con el pasado. La marea está baja, está muda. Tonada de ballenas danzando al son de la luna, de la luna blanca, de la luna redonda,  la luna imperfecta…Suspiro. Mis pies se duermen ante lo frío de la arena. Bailo y bailo, nadie me ve. La imaginación se enquista en mis deseos y sueño. Sí, sueño despierta con mis ojos idos, con mis ojos orbitando la nada del firmamento, con mis ojos  despejados del ahora e inmiscuido en las vivencias de épocas desvanecidas.


 

2

La luna mece las olas. La luna llama se baña en la noche cuando Nicolasa sale de la quejadumbre de su techo. Ahí está, al encuentro de un enfermo que necesite de su verticalidad, de sus manos. Manos conversadoras con las almas idas. Manos arrugadas donde el peso de los años y la miseria se inmiscuyen en su entereza para sanar.  Nicolasa recorre el puerto con la brisa de un verano de los años cincuenta. Un verano como tantos otros encajados a las secuelas de la posguerra y la represión. Pero ella va. La observo desde esta playa donde el agujero se hace cada vez más hondo.  La avenida calla y la madrugada es historia de su vida. Ella, sin temor va con las prisas de un sudor arrastrando su frente, caminando por su espalda. Auxilia a una esas víctimas de una isla gobernada por la pobreza ¡Ah Nicolasa¡ Ante el enfermo te encuentras y tus ojos justo se adentra donde el mal prospera. Y tus ojos justos rajan donde ese mal se ciñe. Aquí estoy. Dejadme, dejadme liar mi cigarrillo. Sobrevivirá. En tu interior se crea un mundo de certeza, de confianza. Lo miras. Lo examinas con tu cigarrillo apretado entre tus labios y tus manos. Tus manos arrugadas, tus manos conversadoras con las almas idas dan aliento a la existencia. Sientes su pulso cuando la noche se adentra en la madrugada. Sientes sus ojos cuando la noche llama a los perros. Ladridos en la oscuridad. La luna se ha ido. Unas gatas en celo y el desorden de la nada. Vivirá, tu voz resuena en esas paredes manchadas de dejadez, de ojos cerrados en la derrota de los sueños. Solo la supervivencia, solo el amor. Nicolasa grata ante tanta penosa vida se marcha…se marcha con su cigarrillo entre dientes. Un halito de vivencias surca en imágenes cada trozo de mi. Un halito de una mujer con los años a cuesta me encuentra, aquí, en la orilla ante el agujero. Hola Nicolasa, gracias, solo digo. Nicolasa se funde en una mirada bella, en una mirada que va más allá de esta playa. Se vuelve hacía el océano y desteñida de tanta tristeza se adentra con su cigarrillo entre dientes en un oleaje inexistente. Desaparece con el canto de las ballenas. Desaparece con el canto de las caracolas enredada en algas y deseos. Adiós Nicolasa, gracias , solo digo…


 

3

¡Uhm Nicolasa¡ Por allí viene Sor Ana ¡Ay Sor Ana¡ Esperas que la noche se entregue en los sueños de tus compañeras para salir del convento. Dejas tus ropas cuando el siglo tañe el 1800 en la arena y desnuda ves lo que no eres, ves un mundo lleno de puertas donde tu piel abraza el rumor del oleaje, donde tus sentidos se mezclan con la espumas. Miras al cielo, una luna redonda, una luna blanca y quedas preñada de los astros que le acompañan y te sientes tu, y te sientes libre, y te sientes en la verticalidad de tus deseos. Tu vientre se hincha das nacimiento a nuevas estrellas desconocidas, a nuevos deseos,  a nuevas ganas se de ser mujer que se tiende en la brisa que corre ¡Ah sor Ana¡ el océano y tu…tu y el océano. Y nadie te ve. Y nadie te extrañas. Mala cosa si te descubrieran. Caerías en los calabozos del vacío así, desnuda. Dejarían que la humedad te arrebatará la vida, tu vida alegre cuando nadie te ve. Respiras y eres pez que se mezcla con ballenas, con la oscuridad de un mar que no dice nada. Solo, te deja. Sor Ana vuelves a la orilla, te tiendes en una noche verano bañada de complicidad como la madre naturaleza y eres tú y te sientes libre. Miras tu roja ahí, acostada en la arena y sonríes. Con tus ojos recorres la inmensidad de esta playa de una orilla a otra orilla ¡Uhm Nicolasa¡ Sor Ana se viste tras estar seca. Dime…dime Sor Ana que será de ti cuando abran tu misterios. Te es igual. Abrazas con intuición y soberanía tus pisos. Sabes que las noche de luna son memoria de ti. Sabes que las noches de lunas ciegan y hace sorda a la isla. Sabes que las noches de luna hipnotizan con cierto aroma los sentidos del odio. Sor Simona retornas a tu convento, a tu techo.  Vas tras hacer el amor con la marea. Vas tras acariciar la arena. Vas tras besar la luna. Vas tras el nacimiento de nuevos astros. Astros que te guían en tus huellas borradas hasta ese edificio hermético.  El agujero parece estrecharse, son las promesas de un ayer callado, de un ayer dibujando fragmentos de un hoy. Un hoy de luna hermosa. Un hoy de luna bonancible. Un hoy donde las secuelas benevolentes de la isla me vienen a la memoria. Miro más allá de la barra, la isla de enfrente aun anda despierta. Lucecitas juegan con la noche. Lucecitas traen el agradable sabor de islas de los volcanes.


 

4

La marea viene lenta, sube hasta ser océano condensado en el agujero. La marea es invisibilidad el agujero. Yo aquí, en la madrugada. La avenida toma una postura callada y solo converso con un telón de llovizna que cae sobre mis hombros, que resbala en mi espalda y se expande en mis muslos. Siento una cierta humedad pegajosa que brinda un verano cada vez más tropical. La tierra se desencadena en cambio, en una metamorfosis de cual nacerá nuevos vientos, nuevos climas provenientes de un sur….de sur. La marea viene a mí despacito, la marea me dice del rumor de los sufrimientos, de lo insonoro que somos con nuestro mañana. Miro al cielo, la luna redonda, la luna blanca tiene cortinas traslúcidas. Todavía queda algo de ella. Las nubes plomizas pasan con la celeridad de un viento casi estático. Mi rostro empapado cierra ojos y respira del jadeo de las olas. Una fachada de melancolía me enclava aquí, en estos momentos donde el batir de mis alas mojadas son mudez. Mis ganas se rocían de dejadez e inerte permanezco ante esta marea que sube. El agua llega a mis tobillos, en este momento me desoriento en donde está el agujero. El agujero, somos hueco de sensaciones que pasan a lo largo de nuestras vidas. Somos cimbrar a cada acontecimiento brillante a nuestro derredor con la conquista del olvido. El olvido de las lágrimas. El olvido de las penalidades. El olvido de las heridas aunque, las cicatrices queden. Y quedan, las secuelas quedan en nuestra reconditez a pesar del paso de los días, de las semanas, de los meses, de los años. El olvido nos vuelve ariscos con ella pero, sucumbimos ante las nuevas  existencias que nos da nuestro camino hasta la muerte…hasta la muerte. La marea llega a mis rodillas, estática soy hija de los sonoros quejidos de las ballenas. Un quejido de lamento ante la muerte que se les acerca ¡Luchemos¡ Vivamos en la paz y la libertad de los seres vivos, todos hasta que el sol culmine nuestros días, hasta que el amor venza las navajas frente tu espalda.  La memoria , en una esquina luce sus vestidos negros. La memoria, en una esquina luce sus vestidos blancos. La memoria, en una esquina luce un arco de colores que pueblan nuestra cotidianiedad…


 

5

Miguel el Huerta llega bajo su techo. Se yerta ante su jardín de frutales, de flores y bajo un limonero cavila en los sucesos de lo cotidiano. El muelle se embiste tierra adentro con el paso de los años. Desde su azotea admira la mar de una playa que se va nutriendo de turistas pioneros, de una ciudad tomando sus pilares en esta zona marítima. Observa cómo se muere el istmo de la isla…la isla. Sin embargo, recoge su mirada y se retira donde el limonero le da sombra. Piensa, somos islas cavando el agujero de nuestro mañana…de nuestro mañana. Me detengo y en esta pausa indago en los pensamientos de Miguel el Huerta amante de la tierra. Ha llegado de su trabajo allá, en el muelle, un muelle que se expansiona que se enriquece en sus pisadas más toscas. Y viene la escalada económica. Y viene la derrota del paisaje. Un impacto ambiental irrecuperable, irreversible. Y Miguel el Huerta piensa esas cosas. Ve más allá de la playa,  del muelle que crece y crece. Hoy a dejado el ultimo retoque para una película que se rueda en la isla, una película de grandes dimensiones. Una ballena enfrentada a la fe ciega del humano. Una ballena arrancando el sentido de nuestro aliento. Miguel el Huerta queda satisfecho. Baja hasta la playa la noche de luna blanca, de luna redonda lo acoge y lo abraza y el siente como esa figura inanimada toma vida. Pasea por la arena donde el flujo de la arena gélida se incrusta en sus huesos y le gusta y lo agradece y lo  ampara. La guerra ya ha pasado pero aun las venganzas quedan. Hay que andar despiertos, con la boca cerrada pues las paredes escuchan, pues las paredes se chivan. Miguel huerta retorna a su casa, bajo su limonero en el patio, bajo la luna blanca, bajo la luna redonda. La marea es serenata que le tiende la mano. La marea es rumor de su mañana. No vivirás mucho Miguel…no vivirás mucho. Los murmullos caen en tu verticalidad. Los murmullos soplan viento de pozos negros. Los murmullos se escurren en cada pisada distraída. Los murmullos tomarán tu vida y será solo un amasijo de huesos y carnes extendidas en la nada. Suenan las profundidades de la luna, de la luna redonda, de la luna blanca, de la belleza imperfecta de unas manos que se pierde …que se pierde. Fijo mis ojos a un punto de luz parpadeante y aquel ser inanimado de las manos de Miguel el Huerta surge como hija del océano. Su quejido se entrega a su dolor, su dolor se entrega al ritmo cierto de otras ballenas. Le hacen un hueco al encuentro de la libertad, en un pedazo de santuario donde nadie puede pasar solo el rumor de la marea. Y Nicolasa intenta salvar a Miguel el Huerta y Sor Anna emite una plegaria repetitiva. Miguel el Huerta se ha ido. Corre una brisa, siento un peso metálico sobre mis hombros. Me consumo en el ayer. Rondo los ojos muertos de Miguel Huerta. Rondo las manos temblorosas de Nicolasa. Rondo las plegarias sollozantes de Sor Anna.  


 

6

Uhm, mis rodillas, caen con la levedad de la brisa de la madrugada. El agua cubre mis pechos y son elevados a la superficie. La marea sube y sube y la luna redonda y la luna blanca es balada del nocturno. La vía láctea se inmiscuye en un diminuto halo. Somos pequeños, somos pizca de cenizas provenientes de un cosmos por conocer. Nuestras vidas ambulan ante la serenata de las estrellas como hijas de ellas, como hijas del polvo cósmico que insuflan en nuestro vientre. El frío me amenaza y yo con la agarrada templanza continuo con mis ojos más allá de lo infinito, de lo inacabable….de lo inalcanzable. Soy yo. Yo soy mujer de las tonadas arrastradas hasta a la orilla por las caracolas con el sollozar tembloroso de alguna pena, de alguna desgana. Escucho una explosión, cuerpo destrozado el de Miguel Huerta, cuerpo en añicos por ser hombre de paz. Me yerto y la mar aun llegando a mis rodillas viene lenta, viene con el perfume de las alas del mañana ¿Y qué es de ese mañana? Un torreón donde avistamos cada latido de la compañía, de una soledad ausente ¡Ausente¡ Uhm quiero una soledad ausente...me yerto en el sueño y vuelo alto, sin el vértigo, sin la autocompasión, sin los latigazos de mis maneras. Piso firme, atrapada en la verdad, en mi verdad . Qué más da mi verdad, flores nuevas agotando mis manos en la caricia de tu caricia, en el calor de tu calor, en el beso de tu beso y nada más. Nada más Nicolasa, no quiero ser como tu querida Nicolasa. También hay que recibir Nicolasa. Nicolasa la de olor a tabaco. Nicolasa la de olor a abandono. Nicolasa la de olor a alcohol. Que venga….que venga Sor  Anna con sus rezos particulares y me de la suerte. No, Nicolasa no quiero inscribir mi tumba en el anonimato, en el descuido, en el olvido, en el aislamiento. Me arrodillo de nuevo y dejo que mis pechos floten. Es una parte de mí, es una forma de mi cuerpo.  Mis pechos flácidos, estriados, desmemoriados. Solo falta amor. Sí , amor, querido Miguel Huerta, querida Nicolasa, querida Sor Ana. Y la marea viene mi y la luna redonda y la luna blanca me dice que ya vendrá la calma en sobre el peso de mi espalda. Ahora, con mi dedo, dibujo el rastro de las gaviotas que se acercan a la orilla, dibujo el rastro de las pardelas que pueblan esta playa, dibujo los gritos de estas como el llanto del ahogado, como la agonía de los mares.


 

7

¡Oh Manuel¡ te arrimas a las esferas desconocidas del mundo. El hambre está tras tu puerta y vas en busca de la riqueza, de aquello donde puedan levantar pilares tú y los tuyos. El barco es pequeño, el barco está hacinado de gentes al encuentro de sus sueños en otras tierras. El silencio penoso de la despedida se extiende en pañuelos blancos alzados al son la brisa Uhm, Manuel, vas sin camisa solo con unos pantalones de festivos y unas alpargatas de tus deseos.  Te despides con la mano en el pecho, con el brazo forzándose en entereza para que no vean tus lágrimas….tus lágrimas. Viajas a lo desconocido. Viajas por un mar oculto en sus impulsos para agarrar a su víctima. Viajas a unas tierras poblada de virginidad en su frondosa naturaleza. Viajas con la inquietud, con los nervios que será de tu vida, que será de tu esposa e hijos que dejas. Y prometes que tan pronto llegues recibirán noticias tuyas ¡Ah querida¡ ¡Ah queridos¡ La travesía ha sido larga y ardua, una tempestad nos atrapó cerca de la costa unos se ahogaron lanzados de la cubierta por el violento oleaje a la mar otros, como yo, apretado a un mástil sobrevivimos ¡Ah querida¡ ¡Ah queridos hijos¡ Llegué a esta tierra de nadie con la sonoridad del silencio entre nosotros, exhaustos, fatigados, lánguidos, trenzados en una tristeza por aquellos muertos, trenzados en un bochorno pensando en nuestros seres amados ahora, lejos. Estoy bien ¡Ah querida¡ ¡Ah querido hijos ¡ pero la  desmemoria viene, la economía se levanta y te enamoras de una cantante Uhm Manuel no quieres mirar el océano, ese mar ahora donde estoy con el agua por mis muslos. La marea viva sube y sube, paulatinamente, con la lentitud de las horas. La luna redonda, la luna blanca te mencionan y cuenta que caíste ciego de amor. Un amor que te llevó al desvarío cuando ella no asumió tu pasión ¡Oh Manuel¡ todas las noches al teatro de esa Argentina. Creíste en tu fatalidad. Creíste en la muerte. Creíste en tus seres queridos que acá en la isla te esperaban.  La letalidad de tu atracción dio un vuelco a tu corazón ¡Uhm desgraciado Manuel¡ Y te sentiste desdichado. Y te sentiste diminuto en un Universo que te decía regresa…regresa. Las olas arrugadas con su pisada leve me avisa de tu próxima llegada. Te vas y te alejas de todo ese mal al derredor de tu entereza rajada. Otra vez los vientos. Otra vez las mareas. Otra vez el camino, de vuelta a casa. Con los hombros bajos te presentaste en la isla. Con los hombros dañados fuiste acogido por tu querida esposa, por tus queridos hijos. Manuel, fuiste aire que no respiramos. Manuel , fuiste solo un gas que expandió el dolor a la isla. Y aquí te aferraste. Y aquí te encogiste con el desorden de tu viaje, con el caos de la trampa. Miraste el firmamento, un firmamento en el halo de una luna redonda, de una luna blanca donde rompen las olas. Un quejido rebosante se incrusto a tu pulso. El pulso de la derrota. El pulso del fracaso. El pulso del remordimiento ¡Ah querida¡ ¡Ah querido hijos¡ y te perdonaron. Y te quisieron de nuevo. El destino es un pedazo de cielo donde la nada ronda, donde el vacío nos hace hueco en pozos desconocidos, un túnel sin luz y las sombras de los malos pisadas nos acosan de manera imperceptible solo, cuando hay pena…mucha pena. Estática, observo los ángeles de los océanos, existencia poblando la oscuridad de las profundidades, existencias rememorando los huellas migratorias de un pasado, de un presente, de un mañana. Un cayucoo , no lejos de mí, viene a  la deriva y la sustanciosa lealtad de los sueños. Un cayuco , donde gente como tu Manuel van al encuentro de algo mejor. Una huída de la miseria sin saber lo que se esconde bajo el telón del océano. Y Nicolasa te mira con un deje de dolor. Y sor Ana siempre en su oración , en su fe viene a darte la mano Manuel. Y Miguel Huerta es oxigeno en tu memoria.


 

8

El  verano de luna redonda, el verano de luna blanca luce secuelas de la vía láctea. Examino su ramificación en el paso de las horas, de los minutos, de los segundos. Un Júpiter intenso con el brillo de la desgana ante la luna blanca, ante la luna redonda se deja acariciar. La marea en su escalada se introduce entre mis muslos. Llega a mi sexo. Mi sexo mojado. Mi sexo quieto en el sonoro crepitar del oleaje. Me introduzco en la reconditez de mis alas bordadas de hilos lánguidos, débiles y miro ese querer, esos quereres que han pasado por mi cuello desnudo. Mi tez esculpe lágrimas. Mi tez esculpe la huída. Mi tez esculpe el adiós. Mi tez esculpe lo prohibido. Mi tez esculpe el deseo. Mi tez esculpe la negación de un beso afincado en la lejanía. Sin embargo, estoy aquí, en un presente donde todo estalla, donde una estrella fugaz me dice de mis amores. Limitada en mi atracción he sido margina orilla donde encalla los sueños. Pero sueño, en secreto…sueño. La absoluta lucidez de mis singladuras me lleva siempre al mismo encuentro, aquí, donde las mareas mojan mis muslos.  Y mis alas crecen y crecen. Y mis alas cantan y cantan. Y mis alas vuelan y vuelan en nombre de las sibilinas danzas del mañana. Inscribo su nombre en un espacio estelar donde la nada calla, donde los ecos insonoros de mi queja se vuelven potente muralla. Hermética. Saboreando el vacío y una marea que sube y sube ralentizada cuando me detengo y la miro. La miro y me mira. Me mira y la miro. Duerme…duerme querida mía en las caminos que aún me quedan por recorrer. Duerme…duerme querida mía en el firmamentos que tendremos que admirar embelesadamente cuando las olas rompen. Duerme…duerme quería mía, las gaviotas callan y  vuelo se hace en las espirales eternas de una espera. Duerme…Duerme quería mía, ya estoy aquí, besando tus parpados cuando la luna redonda, cuando la luna blanca acuesta los corazones benevolentes. Oh Nicolasa, inyéctame algo de fuerza para continuar en las esperanzas de quererla, de que quiera. Oh Sor Ana, tú con tus oraciones has de mi alma un monte fornido de arboledas y hierbas donde los corazones corran libres…libres. Oh, Miguel Huerta has mi mirada un cruce de hierro para cuando los barcos de la bahía pasen me abracen en un saludo de su llegada. Oh Manuel, no me defraudes, no me embistas contra el rompeolas de sus ojos. Uhm, pausadamente la mar me conversa, me dice de mi soledad. Una soledad inclinada en el aislamiento certero, preciso de mis ganas. Un cierto aire me trae nuevos olores, nuevas ilusiones que me cierran en un jardín de caracolas y algas. La balada se hace maravillosa, de una belleza indescriptible, imperfecta. Somos imperfectos. Somos  el ritmo de la madre tierra. Somos el sonar de los llantos de los que se van. Somos la sostenibilidad de la inmensidad de las mareas. Y te digo, amada mía, quiéreme. Y me dices, amada mía, quiéreme. Un círculo donde alberga la verticalidad de los corazones bondadosos, honestos con las raíces de las profundidades de la tierra.


 

9

   Eduardo se decolora. Eduardo se cae por los riscos de una conciencia dirigida por un Dios que no atiende. Eduardo juraste tu compromiso frente a una cruz, ahora , fuente del amor quieres huir. Eduardo los ángeles del viento norte te ayudan, la ves con su rostro marmóreo, con su indumentaria , con el sepulcro aferrado al sacrificio empujando hacia las alas de la libertad, las alas que cantan cuando tus ojos , sus ojos son vuelo unísono. Eduardo, sor Agnes viene a ti. Os miráis. Tu cura, ella monja. Un sabor fuerte de luna redonda, de luna blanca ejerce una atracción tal que vuestros movimientos os lleva al adiós de ese Dios, de ese crucifijo colgado en vuestro descanso ¡Uhm el amor¡ Eduardo y Agnes proclaman la huída donde los hábitos son olvido en la colisión de vuestro corazones, de vuestro destino. Sin prisas, con la lentitud de las jornadas os amáis. Qué más da los murmullos. Qué más los frentes de ideas que tendréis que paliar. Agnes ante la sorpresa se envuelve en un turbante de felicidad, te quiere Eduardo. uTú sin más, la quieres. Vuestro sino no es el sacrificio ante ese Dios, ante esas murallas que se increpa vuestro sendero ¡Qué buen amor¡ Abandonáis vuestro habito con la fe de que ese Dios os protege, que ese Dios os ama, que ese Dios ampara vuestras pisadas, juntas, labio a labio con el curso de los años hasta la muerte. Una sociedad moribunda cae sobre vuestros hombros. Y es verdad que se hace pesada pero vosotros en la condición de ser, sois el resonar de la realidad.  Una realidad que convoca el agujero del tiempo. No sabemos de nuestras vidas hasta que el presente presta su aliento, su fragancia en lo que puede ser y es. Nada es estático, todo se mueve como la marea…sube y baja…baja y sube. No estamos designados a seguir una ruta continua en lo referente a nuestra reconditez, a nuestras sombras. Las estaciones dirán. Dirán de ese mañana que se nos presta impregnado de nuevas sensaciones, de amanecidas inquietudes. Estáis en el rincón del amor. Las voces se estrujan  tras vuestras espaldas pero, seguros, confiados en la confianza del corazón, de la razón sois verticales a cualquier tormenta ¡Uhm¡ la luna blanca, la luna redonda.  Y sor Ana le hace gracia. Y Nicolasa responde con el impulso del vivir. Y Manuel os desea suerte en la turbulenta travesía. Y Miguel Huerta se acuesta con deseo de vuestra fortaleza. Y la marea por un instante se detiene en mi estómago, es hora de bajar , es hora que el canto de las ballenas callen. Y es hora del silencio donde Eduardo el cura y sor Agnes son enlace a la edificación de sus sueños. Ahí, lejos de la isla, en Granada. Una escuela donde la cultura y el pensamiento ronde la libertad, la esperanza ¡Uhm¡ la madrugada…Horas que amo en la lúcida noche de luna blanca, de luna redonda….

 


 

10

¡Uhm¡….la marea comienza su andar en bajada. Las algas se lían a mi cintura y me da cierto escalofrío. Como decir, un repudio donde la naturaleza vence. Estática  soy hija de la luna redonda, de la luna blanca. Un atragantamiento de ilusiones se fortalece en mi imaginación, en estos pensamientos míos donde por horas…tic-tac, tic-tac…veré de nuevo el agujero. Pongo la mano en mi pecho, donde el corazón late en la incertidumbre de lo que está por venir. Tal vez, mañana. Quizás , nunca. Sola, con las calladas sonrisa de una cosquilla estimulo mi fuerza y me dirijo a ella. La pienso. Sí, es cierto. La admiro. Sí, es cierto. Embriagarme en su cuello. Embriagarme en sus manos. Ser posesiva de sus labios, de sus ojos con el aroma de la libertad, es condición. Es condición toda humano ser aliento en el vuelo libre, en el vuelo que se expande hacia la otra persona, vaya donde vaya. Un amor que consolida en la condición de cada sueño poblado de deseos, de emotivo gozo para ser perpetuo. Las algas se lían y lían, como cuerda que desea censurar mi postura. Yo me integro y las dejo con el ritmo del oleaje. Un oleaje que me  lleva mar adentro. Amor de lo prohibido no conozco. Amor de la desesperanza no conozco. Amor en la levedad de las pisadas tras nuestro destino. No sabemos lo que pasará dentro de unos segundos, de unos minutos, de unas horas. Giramos y giramos entorno a los agujeros del tiempo que nos llevan a distintas mundos de la vida. Yo aquí, enredada de algas. Ella, ahí, con sus metas fieles a las vivencias. Miro este mundo, este mundo viejo y apagado. Miro este mundo, este mundo enfermo y jocoso. Con la resaca de un descuido, un descuido con malas generaciones para la supervivencia. La miro a ella, en mi mente se figura sus rostro como hechizo indómito en mis cavilaciones. El querer desvestido. El querer de la complicidad. El querer bajo un telón alborotado de emociones. No tengo ganas de gritarlo. No hayo la necesidad de que mi voz se entregue al resto de una sociedad. Aquí, con la luna blanca, con la luna redonda doy cobijo a mi amante. Aquí, con la marea bajando, con el faro guiñándome su belleza, su callar me recojo en mis sentidos. Flores en el jardín he traído para ti, flores nuevas que harán de nuestro amor la imperfección de las almas, de los cuerpos tendidos en la calma. Una flauta suena con el rumor del océano, alguien perdido en la avenida, con las horas vencidas toca un conocida canción, sencilla pero al tiempo con la intensidad u el tacto de lo perfecto siendo las horas que son. Las algas hacen una danza sinusoidal y respetiva, vienen y van…van y vienen en la condición de ida, cuando vuelva a observar el agujero. Las algas , estos filigranas moradas me dejan, ahora en la transparencia puedo ver peces alrededor del agujero. Sigue ahí, ¡Uhm¡ me doy cuenta de mis años, pero no es reflejo de mi espíritu. Aun el agotamiento no brota en mis espaldas, en mis hombros. En vertical capturo la antesala del mañana. La barra ya se divisa en el reflejo de mis ojos. Una barra que un futuro será arrastrada por la erosión e desintegración. Veo esta playa con un oleaje indomable, imparable, gigantesco en su brutalidad. Y no me conformo con ese mañana. Y no conformo con esa destrucción. Y no me conformo con esos cambios drásticos.  Me fijo en el agujero, este agujero que será su tumba. Neblinas de remordimientos poblaran nuestras mentes, contaremos como se cuenta un cuenta como era en el hoy para aquellos que vienen en los años, en los años que se acercan acompañados de las sirenas del buques. Una nieve de gaviotas recurren de nuevo a la arena, la arena mojada con sus posos de charcos. Picotean en los restos que ha dejado la marea alta,  tranquilas,  con la monotonía de todas los nocturno.


 

11

Mis pisadas se vuelven en el retorno, la luna blanca, la luna redonda va siendo absorbida por el amanecer. Una brisa tenue roza mi tez. El agujero engendran vidas del ayer. Adiós Nicolasa, adiós querida Ana, adiós Manuel y el etc de cada vida pasada respirando esta playa, este agujero, esta isla. La memoria se queda, con los vivos colores del recuerdo, de los años que han pasado tras mi espalda. Adoro la profundidad de la charla con estas gentes idas. La belleza pintada en el hoy limpia el sufrimiento del ayer. Yo y el agujero. Me despido después de haber cumplido con el rito de la existencia. En la venida ya se ve transeúntes en lo cotidiano. Con silencio me arrimo a ellos, descalza. Sigo el rumbo de los adoquines escalando hasta mi casa. Una casa desajustada, con la soledad de sus ecos, con la balada de la nada.

 

FINAL

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