Caída en picado. Pardelas aguardando acantilados. El silencio. Los ojos cansados, hastiados de un norte plúmbico, sin alas. Pisadas. Un cuerpo nutrido por las raíces de la tierra. El surgir de la existencia, de los sentidos solapados a la calma ¡La calma¡ Influencia exacta de las rutas de nuestro mañana. Somos eco de nuestros ancestros. Somos columpio de nuestra memoria. Somos oleaje apaciguado por el aliento de los vientos. Y el norte sin alas. Y los ojos cansados, hastiados de la sequedad de su mirada, de su mano. Sin embargo, la calma. El estruendo perfecto de una rutina que nos concluye en la jornada. Sin embargo, la calma. El estallido de flores eternas donde los labios con labios son un fragmento de la sonata de una luna que viene…que viene redonda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario