jueves, mayo 13, 2021

EL VACÍO DE LAS OLAS

 


La tempestad. Ella lejos donde la sonoridad de una mar fea ahuyenta su regreso a la costa. La tempestad. Enrevesada influencia de un tiempo que no la deja avanzar. En su tabla de surf, es mujer del viento, del oleaje que la lleva lejos …muy lejos.  Agarrada de ella intenta respirar, salir de las turbulencias violentas de un mar enojado, grosero, acribillante de sus sentidos.  Una luz de tierra la visita, una fatiga poderosa la muele en su esfuerzo….respirar, respirar en la profundidad de la mañana. Una mañana gris, pesada. Una ola la entrega a una orilla. Una ola se apiada de su sufrimiento y la deja desmayada  en un revoltijo de conchas, algas y arena.

ACTO 1

Ellen:

Tendida en la humedad de la arena. Tumbada en el silencio de este lugar.

Tumbada en  el rumor de las olas

Arrastradas hasta mis pierna.

Un estático frío golpea mis carnes,

Una estática visión me  lleva a la nada.

Respiro hondo y me levanto.

Me siento tambalearme, los mareos surcan a través de mis cuerpos. Todo es doble, triple. Mis ojos contemplan mi cansancio, mi desmayo y soy firme pensamiento en que puedo estar erguida.  Intento dar un paso, así, con la fatiga , con los mareos y el desequilibrio frena mi propósito. Un cierto temblor arremete mis huesos y caigo de rodillas.  Detrás de mí el mar, delante de mí la insonoridad de las voces de la existencia.

Sentada, dejo que el tiempo  pase. Ahora, un sol batallador se enfrente a mi mirada y me hace cerrar los ojos. Parezco adormilarme más en el conocimiento, parezco desorientarme más de mí equilibrio. Abro los ojos, me siento mejor. No avisto a nadie y el susurro de lo desconocido me acecha. No sé donde estoy solo, el silencio y el océano. Una gaviota se acerca a mí, me merodea como si fuera presa suya con este olor a mar. Fijamente, me mira, observa cada movimiento que hago y se retrae. Pero vuelve otra vez a aproximarse en su espacio,  en mi espacio. Un espacio reducido que tiempo y el observador comprueba que es distinto. Me pregunto dónde estoy. Sí, ¿dónde estoy? Estoy en  una pedazo de tierra inhabitado. Estoy perdida en una masa de isla que desconozco. Estoy en donde los rayos solares no dejan incidir en mis ojos. Estoy frente a una gaviota (que no deja de mirarme) que con su expresión, con el negror de sus ojos quisiera decirme algo. Aletea alrededor de mi, sus alas en horizontal son enormes testigos de esta vida, de este lugar, de este océano. Ella sabe donde estoy. Estoy donde la reconditez se encuentra consigo misma. Estoy donde lo natural es verticalidad que hace tomar aliento y lentamente comprendemos el lamento de la humanidad.  Se acerca a mí, con su danza, con sus plumas grises y blancas, con sus ojos fijos en mis ojos. En mis ojos agotados. En mis ojos penosos. En mis ojos desesperados. En mis ojos vacios.

 

Voz fondo:

Ellen y la gaviota

Ellen y la playa vacía.

Ellen  y el silencio.

Ellen y el rumor de las olas.

Ellen y su destino.

Ellen y gaviota se examinan como seres extraños, como seres comunes, como seres hijas del océano. Ellen cogiendo olas cuando la mar nerviosa tira de la ira. Gaviota merodeando la marea al encuentro de su alimento. Amantes ambas de un mar que se embiste con su tenebrismo  absoluto. Ellen y la gaviota no lo temen, lo conocen. Ambas descansadas se viran y juntas lo miran. Se ven de reojo, una confianza las alerta de que serán amigas, amigas en la verdad.

Gaviota:

La belleza

Ellen:

La belleza

Gaviota:

Las olas

Ellen:

Las olas

Gaviota:

Solas

Ellen:

Solas.

Gaviota:

Estamos aquí, en este islote de no sé cuantos. Un sitio donde nadie llega. Tú estás aquí. Has llegado tu en tu danza con las olas, eclipsada en tu orientación.

 

Ellen:

 

Si, no hay vida. Como lograré retornar a mí hogar. No entiendo como la tempestad me vomitó sobre esta orilla donde ahora hablo con una gaviota, solas y el oleaje. Las olas se alargan y quietas en el tiempo mecen nuestros deseos, nuestras incertidumbres. Estamos aquí. Intento enderezarme pero el cansancio se apodera de mis miembros, calambres y vértigos.

Gaviota:

Estás aquí. No te des prisa. La celeridad no nos lleva a nadie. Tienes que reponerte, recuperar toda tu fuerza. Mientras, seamos vigías de esta extensión de masa de agua salda. Mientras seamos embelesada observación de cada movimiento de su corpulencia. Las ballenas nos saludan, escúchalas…¡escúchalas¡ Ellas en el virgen océano de  su existencia ¡Qué hermoso es su canto¡ un deje de tristeza se refleja. Huyen…huyen de las manos arpones, de los ojos navajas. Aquí están con nosotras.

Voz del  fondo:

Ellen y la gaviota

Ellen y la playa vacía.

Ellen  y el silencio.

Ellen y el rumor de las olas.

Ellen y su destino.


 

 

Ellen:

El sol estalla sobre mi espalda. Mi espalda cansada. Detrás un árbol, me cobijo en su sombra, en ese regazo donde la herida no sangra más. Mis ojos en el derredor se mueven y la gaviota no está. Debe ser el descenso del mediodía. Por un momento pienso en ella, en ese mar no lejos de donde estoy, lo veo. Su movimiento sinusoidal me atrae pero, no, no regresaré a casa.  Lo admiro en toda su expansión. Estoy debajo de un limonero. Es raro, pero es un limonero. Sus frutos aromatizan mi cuello. Un olor que me consume hasta se olvido donde estoy. Sola, en una isla donde las mareas columpian mis sentidos. Me apoyo en el , el agotamiento se deshace y tomo la mano a las ganas…a las ganas de conversar con mis inquietudes, con mis emociones, con mis pasiones. Lo acaricio, cuerpo áspero que guarda los misterios de este trozo de tierra. Mis labios siente el jugo de un limón. Mis labios castigados. Mis labios doloridos. Recobro el equilibrio y estática extiendo mis brazos a ese sol del que me escondo. Sus raíces anudadas, estranguladas sobresalen de la arena. Y no me pregunto cómo puede sobrevivir como especie en este hábitat adverso a su condición. Lejos…muy lejos donde los montes dan riqueza. La borrasca se ha ido, se ha fugado a otros lares donde la mar serena será avalancha de todo un mal por momentos. La gaviota regresa, la siento detrás de mí.

Gaviota:

 Somos poleas que nos movemos según los vientos se ahínque en nuestra razón. El corazón y los sentidos nos guían en el devenir de las horas, la razón nos paraliza y el temor nos apresa. Tu como mujer de las mareas sabrás de ello. No escondes nada, sacas toda tu vileza para ser rítmica tonada con las olas ¡Las olas¡ ¡Las olas¡  como la vida misma son. Vamos y venimos, nos quedamos y luego nos marchamos pero volvemos aquel lugar donde la paz nos quiere. La belleza.

Ellen:

La belleza

Gaviota:

Las olas

Ellen:

Las olas

Gaviota:

Solas

Ellen:

Solas ¡Qué hermoso atardecer¡ un océano plano con alguna rugosidad, con algún defecto, nada es perfecto. La imperfección nos saluda. Nos inunda cada jornada, eso es bello. Ya distingo el faro de mi hogar allí, a lo lejos.  No sabía de esta pequeña isla. Nunca había estado. Nunca ha estado nadie. Ella es para mí, ya tu vez, perfecta. Un estado donde la vida se vuelve lenta, calma. Un faro que viene, que va como el oleaje. El con su luz, ellas con su espuma. En su unión un canto al placer, a las sensaciones muertas atracados sob


re nuestros hombros. Tus ojos, mis ojos. Mis ojos, tus ojos.  

 

Voz del fondo:

Ellen y la gaviota

Ellen y la playa vacía.

Ellen  y el silencio.

Ellen y el rumor de las olas.

Ellen y su destino.

El limonero baja sus ramas sin púas. Ramas de manos donde Ellen es  invitada a sentarse. Donde Ellen se incorpora y se acomoda. Donde  Ellen recobra la confianza con la madre naturaleza. La eleva hasta donde la luna, ya visible, comenta con su halo las zozobras del mundo, las contradictorias facetas del ser humano, los desajuste de una atmósfera que muere por su propio veneno.

Luna:

Querida tierra.

Amada tierra.

Vuestro crepúsculo a las brumas son perceptibles. Una densa niebla os embadurna de desgracias, de desencanto y la paz está lejos….muy lejos ¡Oh, vuestra belleza¡ Miradme, miradme…no perdáis la esperanza.

Gaviota:

La belleza

Ellen:

La belleza

Gaviota:

Las olas

Ellen:

Las olas

Gaviota:

Solas

Ellen:

Solas. Es hora de partir, como arco iris ramificado en la ilusión de la luna me voy. Me marcho a la isla…la isla.

 

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