Visitaba las intricadas calles de adoquines de la ciudad. Visitaba cada escaparate en el absoluto de sus pensamientos. Visitaba las miradas perdidas en sus razones. Visitaba con su paso pausado los últimos arboles de la pequeña urbe. Se detuvo, ante un escaparate que lucía un simple piano y no sabe bien la rabia de su vientre sintió ganas de tocarlo. Entro en la tienda en su visita perdida de lo desconocido. Era tarde de un invierno, de un invierno visitado por una primavera moviéndose con sus adornos centelleantes. Con el cuidado de que la nada la ojeara puso sus dedos rectos, pequeños, trabajadores en cada una de las teclas. Tras ella el sueño derivó, un calor se posó sobre sus hombros…sobre sus hombros en el asombro. Se detuvo, ante la existencia de algo a su espalda. Se sonrojó. Se introdujo en un cavilar dudoso…Se dio, decidida, la vuelta. Era visitada por la nada. Solo atisbo los ojos adormilados de un dependiente tras un mostrador sin darle importancia a lo que ella hacía. Se levanto. Una cierta visita se entregó a su alma después de dejar el teclado. Y visitaba la ciudad. Visitaba cada escaparate en el absoluto de sus pensamientos. Visitaba las miradas perdidas en sus razones. Se visitaba a ella. Ella, mujer de pisada lenta aunque el viento era fuerte. Visitaba en su memoria aquellas primeras teclas. Visitaba el firmamento, donde ya la luna menguante venía con sus misterios. Una pequeña tonada sonaba en su canturreo apagado. Porque ella…sí, ella se sumergía en la música sin darse cuenta. Mujer de notas, mujer de canciones remotas, mujer de la balada de las ausencias. Se detuvo en una alcantarilla, observo, restos de basura había en ella y continuó. Visitaba las intricadas calles hasta que la noche se torno callada. Volvió a casa, pronto sería el toque de queda. Se desplomó en el sofá y cerró los ojos. Visitaba su memoria y un halito de felicidad la acompañó ¡Sí¡ con aquellas notas cuando visitaba aquel simple piano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario